martes, 4 de diciembre de 2007

LA EXPROPIACIÓN PETROLERA

(1876 – 1938)

ANTECEDENTES HISTÓRICOS

En 1876 se perforó con éxito en México el primer pozo petrolero. Desde entonces, el curso de la industria petrolera mexicana se ha establecido por la interacción de factores geológicos, económicos y políticos. Antes de 1910 se formó una gran industria de petróleo crudo en la costa del golfo de México gracias a las condiciones favorables para la inversión y a importantes descubrimientos de depósitos petrolíferos. Tanto las compañías estadounidenses como las británicas competían para dominar el mercado de exportación de petróleo crudo y el mercado interno de productos refinados.

Durante todo este periodo, los sucesos estuvieron influidos por dos actitudes o posiciones mexicanas recíprocas, muy diferentes: una actitud antiestadounidense y el nacionalismo económico. El nacionalismo económico, una determinación para evitar la explotación por parte de empresas extranjeras, especialmente por parte de Estados Unidos y sus grandes compañías petroleras, y controlar su propio destino económico, se convirtió en una preocupación similar que ha llegado hasta la vida política moderna de México. Estas dos actitudes se afianzaron durante los primeros días de la experiencia petrolera mexicana.

EL RÉGIMEN DE DÍAZ

El temor de Díaz de que un monopolio estadounidense dominara la industria petrolera mexicana, ocasionó la entrada a México de un gran empresario de la industria petrolera, el inglés Weetman Dickinson Pearson.

En 1906, el gobierno mexicano otorgó a Pearson grandes concesiones petroleras en tierras desocupadas pertenecientes al gobierno en cinco estados. El secretario de Hacienda, Limantour, aprobó la concesión para evitar el dominio de la Standard Oil.

Finalmente, en 1910, Pearson tuvo éxito en su búsqueda de petróleo. Después de haber gastado varios millones de libras esterlinas y haber perdido su primer yacimiento debido a un incendio, descubrió el yacimiento más grande conocido hasta entonces en el mundo, POTRERO DEL LLANO No. 4, que produjo más de 100 millones de barriles de petróleo en sólo ocho años. Para desarrollar este yacimiento, Pearson formó la Mexican Eagle Company, conocida como El Águila. Después de la incorporación de esta empresa, Porfirio Díaz hijo (antes eran los hijos, ahora son los hijastros de apellido Bribiesca), se convirtió en miembro importante del consejo de directores, Pearson desde entonces no tuvo problemas financieros en México.

Desafortunadamente, el ciudadano mexicano promedio, golpeado por la pobreza y la desigualdad social, no gozó de los frutos de esta bonanza petrolera. Por esta razón, el auge petrolero fue considerado como un ejemplo de la dominación económica extranjera apoyada por Díaz y los científicos que eran considerados como los beneficiados por la riqueza petrolera (lo que no ha cambiado).

En 1910 existía un enorme desconcierto en todo el país, la época del presidente Díaz se acercaba a su fin. Las concesiones que Díaz había otorgado a los capitalistas europeos, en especial a Pearson, provocaban enojo y resentimiento entre la comunidad estadounidense en México. La Standard Oil of New Jersey, con su riqueza y sus conexiones políticas, era un importante oponente del envejecido presidente. La combinación del descontento popular y el disgusto de las empresas norteamericanas estaban destinados a aplastar el régimen de Díaz con una revolución, en donde los intereses petroleros extranjeros desempeñaron una parte importante de la intriga revolucionaria.

EL RÉGIMEN DE MADERO

La conducta de las empresas petroleras extranjeras durante el Régimen de Madero se caracterizó por un cambio de papeles entre las compañías estadounidenses y británicas y por la agresiva intervención de los asuntos internos de México del embajador de Estados Unidos, Henry Lane Wilson, artífice del asesinato de Madero. La caída de Díaz fue un duro golpe para Pearson y para los intereses petroleros de El Águila.

A pesar de su optimismo inicial de que Madero podría estabilizar las condiciones en México, el embajador Wilson y la comunidad estadounidense pronto se dieron cuenta de que él no podría evitar intentos de golpe de Estado, ni controlar el movimiento contrarrevolucionario del Gral. Orozco.

El gobierno de México debía restaurar la ley y el orden o admitir su incapacidad para hacerlo. En este último caso, Estados Unidos se vería forzado a “considerar qué medidas debía adoptar para resolver la situación a fin de defender sus intereses económicos” (ahora el pretexto que están utilizando es el supuesto combate al narcotráfico a través del Plan México o Iniciativa Mérida). El problema no era el conflicto bélico, sino el cobro de .03 dólar por barril, que era un impuesto que se aplicaba tanto a británicos como estadounidenses, el escándalo que provocó esta situación fue tan grande, que intervino el propio presidente de los Estados Unidos, quien le envió a Madero un ultimátum, en el que le recordaba “la gran obligación moral de prestar especial atención a los intereses de la Unión Americana”, y que fue hábilmente utilizado por su embajador Wilson para derrocar y asesinar a Madero y a Pino Suárez.

LA DICTADURA DE HUERTA

A pesar de la petición de Wilson, Estados Unidos nunca reconoció al gobierno del general Huerta. La opinión pública de Estados Unidos, encabezada por la prensa, condenó el asesinato de Madero.

Durante esta etapa de la Revolución Mexicana, las empresas petroleras extranjeras concentraron su atención en dos áreas: la defensa de sus propiedades contra la depredación de las fuerzas federales y constitucionalistas (es decir, rebeldes), y en intentar influir en la política de sus gobiernos para que reconocieran el régimen de Huerta, lo que se convirtió en un tema diplomático de relevancia.

Mientras tanto, en Estados Unidos, las empresas que tenían grandes inversiones en México ejercían presión sobre el Presidente Wilson para que reconociera el régimen de Huerta. Cuando se hizo obvia la utilidad de esta petición, apoyaron la intervención militar por parte de Estados Unidos para proteger sus propiedades. La situación se tornó más complicada el 3 de mayo de 1913, cuando Gran Bretaña reconoció el régimen provisional del general Huerta.

La excusa que utilizó el gobierno estadounidense para una nueva intervención fue que siete de sus soldados fueron arrestados en Tampico y puestos en libertad más tarde pidiéndoles disculpas. El almirante Henry T. Mayo exigió una excusa formal que incluyera 21 cañonazos para la bandera norteamericana, lo cual Huerta se negó a hacer. Los marines estadounidenses ocuparon Veracruz durante los siguientes siete meses, pese a la resistencia que opuso el pueblo veracruzano.

CARRANZA Y LA CONSTITUCIÓN DE 1917

En el régimen de Carranza la política estadounidense cambió, ya que las empresas petroleras lucharon contra él y contra la Constitución de 1917, la cual había vuelto a interpretar la ley Minera Mexicana, que afectaba los derechos de los concesionarios extranjeros.

El Artículo 27 de la Constitución no debería haber causado sorpresa las empresas petroleras extranjeras; su contenido se había pronosticado muchas veces en los discursos revolucionarios y en proclamaciones durante los regímenes de Madero, Huerta y Carranza. Este artículo respondió a dos exigencias de la revolución: reducir la propiedad y las empresas en México, y extender la supervisión del Estado sobre la distribución y utilización de la riqueza minera del país.

Es indudable que las poderosas empresas petroleras extranjeras influyeron en Carranza para diferir la legislación confiscatoria. Estados Unidos y Gran Bretaña lograron imponerse en todo sobre los gobiernos revolucionarios de México para defender los derechos de éstas mediante notas diplomáticas, amenazas o incluso intervenciones efectivas.

EL RÉGIMEN DE CÁRDENAS

Las compañías petroleras siempre fueron enemigas de los sindicados (y lo siguen siendo, sin importar el ramo productivo, por eso quieren reformar la Ley Federal del Trabajo). Las empresas, como todo poder colonial, asentadas en la corrupción y en el abuso generaban abusos y corrupciones que abarcaban los más altos funcionarios hasta el último obrero.

La situación se alteró radicalmente en 1935. Y en 1936, los sindicatos privados se unieron, apoyados por el gobierno del general Cárdenas, en el Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana. Una vez agrupados, exigieron un contrato colectivo y ventajas económicas y sociales.

Ante la amenaza de una huelga general, el gobierno propuso entonces que durante 120 días se celebrara una convención de obreros y patrones para solucionar el conflicto. En mayo de 1937, la convención terminó sus labores, manteniendo sus puntos de vista de las dos partes, y a fines de ese mes estalló la temida huelga general.

El paro afectó al país, y las compañías supieron aprovechar el descontento del público: insertaban en los diarios, aliados suyos, enormes desplegados en los que cubrían de reproches a los obreros (ahora son difamaciones y calumnias), porque ganaban los más altos salarios de la República y todavía solicitaban un aumento de 70 millones de pesos anuales, suma que las empresas eran incapaces de pagar.

Las compañías, presionadas, parecieron ceder ofreciendo 14 millones de pesos, suma que según dijeron estaba al límite de sus posibilidades.

Los obreros, ante la imposibilidad de continuar con una huelga impopular, rechazaron la oferta y decidieron plantear a la Junta de Conciliación y Arbitraje un conflicto de orden económico, consistente en que la “Junta designe peritos que analicen las condiciones financieras de la empresa o empresas afectadas y rindan un informe detallado”. Esta labor titánica cayó bajo la responsabilidad de Jesús Silva Herzog, que apostaron no lo podría concluir.

Al enterarse las empresas, por medio de sus espías, que el peritaje estaría concluido en el tiempo fijado, le ofrecieron 3 millones de dólares a Silva Herzog con tal que lo modificara, pero Silva Herzog, con su vehemencia habitual, después de cubrir de injurias a los intermediarios los expulsó de su oficina, desvaneciéndose así la última esperanza de los petroleros. (La historia hubiera sido diferente si se hubiese tratado de su hijo, Jesús Silva Herzog Márquez, que es un traidor).

El dictamen constó de 40 conclusiones, pero sólo mencionaré algunas que vienen muy al caso con nuestra realidad actual:

Conclusión 11ª. La exploración de nuevos campos y la perforación de nuevos pozos es un problema de magnitud nacional que precisa resolver. De lo contrario, existe el peligro de que México carezca de petróleo en un plazo relativamente corto y de que se vea obligado a importarlo.

Conclusión 16ª. La Compañía Mexicana (¿) de Petróleo El Águila con sus empresas filiales, representó en el año 1936 el 59.20% de la producción total. Esto acusa una tendencia monopolística.

Conclusión 39ª revelaba que las compañías habían necesitado invertir en México $8.64 para producir un barril de petróleo, mientras que en los Estados Unidos debían invertir $48.12, y aún así se negaban a invertir en la exploración de nuevos pozos.

En relación a los obreros, se afirmaba que los precios de los artículos primera necesidad que formaban la canasta básica, había aumentado en junio de 1937, en comparación con los promedios de 1934, un 88.96%, y que sus salarios reales eran mucho más bajos de los que ganaban los trabajadores de la industria minera y de los Ferrocarriles Nacionales de México.

La Junta concedió a las empresas 20 días para presentar sus puntos de vista sobre los peritajes y no las 72 horas fijadas por la Ley del Trabajo, si bien ya al día siguiente redoblaron su campaña de prensa y sus veladas amenazas al gobierno. Lo que les enojaba era que por primera vez los obreros de todo el país, con el apoyo de un gobierno revolucionario, se erigieran en un poder fuera de su control y que el Estado metiera en sus cuentas privadas y descubriera sus trampas, era algo que no podían perdonar.

El 2 de septiembre de 1937, los empresarios se reunieron en Palacio Nacional con el Presidente Cárdenas y con el Lic. Silva Herzog, declarando que sus empresas eran totalmente mexicanas; Silva Herzog, sin inmutarse sacó de su portafolio un periódico financiero londinense y tradujo al español un informe de la Royal Dutch Shell, donde se decía: “Nuestra subsidiaria, la Cía. Mexicana de Petróleo “El Águila”, ha tenido buenas utilidades durante el último ejercicio”, (hipócritas, tramposos, depredadores, siempre lo han sido).

Las compañías estaban dispuestas a llegar hasta el fin. Por primera vez en la historia, el monopolio internacional del petróleo se veía seriamente cuestionado por un pequeño país al que habían saqueado, explotado, depredado impunemente a partir de 1900.

El 18 de diciembre de 1937, la Junta Federal, valiéndose del peritaje pronunció el laudo, según el cual las empresas debían pagar a sus obreros los 26 millones de pesos reclamados, y como era de esperarse, las compañías recurrieron a la Suprema Corte de Justicia en demanda de amparo.

En febrero de 1938, el Presidente Cárdenas, durante un discurso ante el congreso del STPRM, dijo lo siguiente:

“La reciente actitud de las compañías petroleras en lo que se refiere al conflicto con sus trabajadores, parece indicar un esfuerzo por acabarlos, mediante repentinos retiros de depósitos y una intensa campaña de prensa, para fomentar la alarma entre los empresarios y desacreditar a la industria, haciendo uso de coerciones ilícitas, con objeto de influir en el carácter de la decisión final a favor de sus intereses comerciales y evitar que se llegue a una conclusión normal y recta del caso que está en manos de las autoridades judiciales. (Desafortunadamente, ahora tienen a todos los medios de comunicación bajo su control, salvo dignas excepciones).

Las compañías se negaron a cumplir las resoluciones de la Suprema Corte, con la esperanza de obtener un convenio menos costoso. Esto colocó al gobierno de Cárdenas en la posición de hacer cumplir la decisión de la Corte.

La noche del 18 de marzo de 1938, el Presidente Cárdenas firmó la orden de expropiación de las empresas petroleras extranjeras. Cárdenas había resumido sus sentimientos en su diario privado unos días antes:

México tiene ahora la gran oportunidad de deshacerse del yugo político y económico que las compañías petroleras habían colocado sobre nosotros mientras explotaban en su beneficio uno de nuestros recursos más importantes, y deteniendo el programa de reforma social establecido en la Constitución. Varias administraciones desde la revolución, han intentado hacer algo acerca de las concesiones del subsuelo que ostentan las empresas extranjeras, pero hasta ahora, los problemas internos y la presión internacional han mitigado este esfuerzo. Sin embargo, ahora las circunstancias son distintas, no existen luchas internas y una nueva guerra mundial está a punto de comenzar”.

LA HAZAÑA DEL REMIENDO

Entre tanto seguía la batalla material por el petróleo. A las dos semanas no había con qué pagar los salarios de los obreros y empleados, y la falta de moneda fraccionaria era tan grande en Tampico que rompían a la mitad los billetes de un peso. Por otro lado, los banqueros se negaban a prestarle al gobierno.

A medida que transcurría el tiempo, los efectos del boicot mundial se resentían duramente. Faltaban los tubos. Millares y millares de metros expuestos a la corrosión del aire marino y de los ácidos iban quedando inservibles y no había modo de sustituirlos. Se organizaron cuadrillas de trabajadores que desde la mañana salían a la pesca de viejos tubos desechados, hundidos en las marismas, o revolvían los cementerios de chatarra en busca de piezas de recambio. Los talleres trabajaban día y noche cortando, soldando, parchando.

Fue esa la hazaña del remiendo, de la improvisación, de las pequeñas y grandes sustituciones, realizadas por obreros acostumbrados a obedecer las órdenes de sus jefes, a vivir en casuchas de madera, la mayoría analfabeta, enferma y fatalista, que se escapaba de su infierno los sábados asistiendo a las tabernas y a los burdeles. La expropiación les devolvió su espíritu creador, porque cuando los seres humanos rescatan su dignidad, su espíritu se eleva a alturas insospechadas.

SEMBLANZA POLÍTICA DEL GENERAL CÁRDENAS

Desde 1913 en que se lanzó a la Revolución hasta 1970, año de su muerte, Lázaro Cárdenas no dejó un momento de servir a México. Era ante todo un hombre político. Por primera vez en nuestra historia no fue un liberal ni un populista, sino un presidente empeñado en borrar la desigualdad mexicana mediante una audaz reforma agraria y una política obrera que hizo de los trabajadores la punta de lanza de la Revolución triunfante. Se empeñó en devolverle a México sus riquezas naturales enajenadas, enfrentándose al imperialismo norteamericano y a la burguesía agraria e industrial dependiente de los mercados extranjeros.

Qué pena que su hijo Cuauhtémoc no sólo haya traicionado a México, a su Partido, sino lo más grave, a su propio padre.

COMENTARIOS:

La historia de la defensa de nuestro petróleo ha estado marcada por la traición, las amenazas, las invasiones militares, la corrupción, por eso es indispensable que sepamos, aunque sea de forma sencilla lo que significa para México el petróleo, porque un pueblo que no conoce su Historia, tiende a repetirla.

En estos momentos, el país está en manos, una vez más, de gobernantes, de líderes sindicales, de representantes políticos hipócritas, del PRI, del PAN y desgraciadamente de integrantes de la Nueva Izquierda del propio PRD, que lo único que los guía es la codicia, la ambición, pero sobre todo, el desprecio por lo que representa el orgullo nacional. PEMEX no es una empresa más, es la columna vertebral que sostiene a nuestra Nación, y no defenderla sería traicionar a los miles de obreros mexicanos, que sin importar su sacrificio, lograron la proeza de erigir esta industria, y ahora tratan de convencernos a través de los medios de comunicación que no tiene recursos para superar sus problemas, lo que es una mentira más.




Bibliografía:

Título: El Petróleo Mexicano y los Estados Unidos

Autor: Mancke, Richard B.

Editorial: Enero

Año: 1981

Título: Lázaro Cárdenas y la Revolución Mexicana. III El Cardenismo

Autor: Benítez, Fernando

Editorial: Fondo de Cultura Económica

Año: 1978

Título: Historia Gráfica de la Revolución Mexicana (Edición Conmemorativa) Libro IV

Autor: Casasola, Gustavo

Editorial: Editorial Trillas, S. A.

Año: 1962


SINTESIS REALIZADA POR: LIC. LUZ MARIA ACOSTA RODRÍGUEZ

lunes, 12 de noviembre de 2007

La ultra- izquierda ( – derecha). (Una nota)

(fue para el primer encuentro del domingo 21 de octubre,2007)


La posición política de ultra sea izquierda o derecha –sostenemos- es propia de un

pensamiento-acción que se caracteriza por su extremismo (terrorismo y totalitarismo),

dogmatismo (sectarismo), fundamentalismo y todo esto asumido con diversa intensidad de violencia.

En el libro El Socialismo, su autor Gaston Garcia Cantu, expone su entendimiento de lo ultra-, en el caso del asesinato de Aldo Moro, allá por el año 1976: “… En todos los partidos amplios (también en la Democracia Cristiana, la derecha en Italia), coexisten tres corrientes; la derecha, el centro y la izquierda. En situaciones criticas, el centro pierde la hegemonía y los partidos se dividen a favor de una u otra alas, según la habilidad de sus líderes y las condiciones concretas de la lucha política.

Moro significaba una opción política para los italianos con la renovación de su partido, {hubiere sido una realidad} la alternativa de soberanía en el futuro inmediato. Dos caminos se abrían; la derrota electoral totalmente imposible, el golpe de estado, improbable en las condiciones de Italia, o su muerte (de Moro) para aplazar las soluciones o crear la confusión y el pesimismo que surgen siempre de la violencia criminal.

El terrorismo político de la derecha (asesina a Moro) ha coincidido una vez mas con el terrorismo criminal de la ultra izquierda. No son extremos {de algún segmento continuo} son complemento de una misma teoría y de una semejante acción; impedir la vigencia del derecho y la practica política apegada a sus normas.

En Italia hay una corriente que se deriva de las corrientes del movimiento de 1968 – la ultra izquierda, de cuyo jefe de las Brigadas Rojas, Renato Cursio, se divulga su origen fascista y la teoría mediante la cual establece su acción política a través de golpes criminales.

En los movimientos estudiantiles de 1968 (no ocurre como en 1848, generación próxima a la de Marx, que protestaban en forma diversa para demoler los estados burgueses) hay otra cosa; los jóvenes se oponían a sistemas represivos en cada país. Cada caso ha de estudiarse (especialmente) pero en Francia e Italia (se podía) ver mas claramente la participación de corrientes ultra izquierdistas que expresaban mayor condena a los comunistas que a los gobiernos de la burguesía. Los ultra izquierdistas invierten los términos –la represión la provoca la organización de los trabajadores, esta organización no es el principio de una verdadera oposición a esa represión-.

La deformación de la realidad, la inversión de los términos, la opción simplificada y la violencia sin fines declarados, no pueden sino disgregar, en grupos mas violentos, una corriente que (acaso) impide el acceso político que (en ese entonces, 1968) se expresaba en la protesta de los estudiantes. La ultra izquierda, en el 68, en Paris, impidió la racionalización del movimiento y su conducción política hacia un fin viable y necesario.

En 1976, las Brigadas Rojas en Italia, confirman la táctica de 1968; impedir la vía política, desprestigiar a la izquierda organizada e instaurar el asesinato como solución social. Los ultra izquierdistas de 1968 son los terroristas de 1978. No solo en Italia. No es la desesperación ni la elección infantil de la violencia por considerar que la política encubre la complicidad y el abandono de la lucha por los trabajadores, sino la visión profundamente conservadora de que la organización de una minoría criminal podría transformar la sociedad moderna.

La ultra izquierda es en el fondo una acción policial con bandera roja. Es suprimir la política y restablecer el asesinato como decisión de minoría privada o supuesta acción legal de un gobierno de golpe de estado”. (de pags 795-799 del inciso “La ultra izquierda brazo ejecutor de la derecha” ).



Para que nos vayamos entendiendo, veamos algunos conceptos:

el totalitarismo- (que no inventaron los arabes sino los cristianos) es a través de la negación, de la descalificación del otro y de la reivindicación de la verdad propia como la absoluta

el fundamentalismo-en tanto reivindicación de una verdad y de una ley divinas que prevalecen sobre las verdades y las leyes de los hombres. Hoy es heredado del cristianismo triunfante, despotismo de lo divino y que no ha cambiado su naturaleza

el sectarismo – una doctrina con aspiración a verdad universal, (con ) un fundador de origen “divino” o emparentado

el laicismo- que se basa en dos principios; la libertad de conciencia que impone al Estado no intervenir en las convicciones de cada cual; la igualdad de todos ante la ley cualquiera que sea la religión de

cada cual. El primer principio se ha traducido, históricamente en la separación Iglesia-Estado, el segundo supone la igualdad de trato entre los diferentes cultos.

tomados de pags 164-165 del libro de Jorge Verstrynge, Los nuevos barbaros. Centro y Periferia de la política de hoy. Edit Grijalbo, 1997.

En relacion con estos temas de política ver también:

Mayer Barth Jean. Cincuenta años de radicalismo: la iglesia católica, la derecha y la izquierda en América Latina, Mex 1986.

Hirales Moran Gustavo. El radicalismo pequeño burgués. Universidad Autónoma de Sinaloa, Mex 1978.

Hampden-Turner Charles. El hombre radical: proceso del desarrollo psicosocial, Edit FCE 1970.

Marcuse Herbert 1898-1979. Contra revolución y revuelta. 1973.

Romero Luis Alberto. El radicalismo. 1968

Ramirez de Garray Ivan. El lenguaje de la derecha radical europea: ensayo. 2006

Moretti Mario. Brigadas Rojas. 2002.

Hodges Donald Clark. México under siege: popular resistence to presidential despotism. 2001

etc.

todos encontrados en la biblioteca del Colegio de México, y hay mas para la siguiente entrega.

(para la próxima mesa del domingo 4( se trasladó al 11) de noviembre 2007)

Otros autores exponiendo su reflexión sobre los errores cometidos en movimientos de izquierda. Haciendo énfasis sobre los extremistas (ultras) de ambas alas.

Pensar y reflexionar, nosotros a su vez, sobre estos temas, es posible que nos ponga en alerta para definir-y-actuar nuestro movimiento (resistencia pacifica obradorista).

Notas y (hasta donde me sea posible) resumen del libro El radicalismo pequeñoburgues, de Gustavo Hirales, Liberato Teran y Humberto Sotomayor. Universidad Autónoma de Sinaloa, México 1978.

En el primer artículo (La historia pasaba por mi lado) de este libro, su autor Humberto Sotomayor Salas, hace un recuento y reflexiona sobre su experiencia –de diez años- como dirigente que fué (año 1968), del MIR, en Chile.

La gran mayoría de nuestros errores en la organización en que milité, y en otras con ideas similares, se deben a la falta de análisis científico de la realidad. (Tenía) una visión idealista y no científica de la realidad. Pero una visión realista y científica (nos puede) conducir a las decisiones correctas para desarrollar la lucha de masas. La dirección de nuestra organización estaba integrada solo por personas que provienen de la pequeña burguesía (no habían obreros ni campesinos), eran exclusivamente intelectuales.

¿Porque la pequeña burguesía llegó a organizarse políticamente y adoptar posiciones extremas?- porque al ver frustrados sus anhelos, busca luchar por sus reivindicaciones. A esto se agrega una clase obrera, el sector mas pujante, aumento del sector lumpen (la gente que migra del campo a la ciudad) y una continua y ascendente cesantía. La pequeña burguesía históricamente oscila, pero (al final) se ubica al lado de la clase más fuerte y nunca toma posiciones independientes.

¿Por qué nosotros (habla del movimiento armado del MIR en Chile contra la dictadura de pinochet y el fascismo) tomamos posiciones extremas? - debido primero a una profunda y arraigada concepción idealista (en el sentido filosófico) de la realidad (aun cuando nos declarásemos marxistas leninistas y materialistas). No (observábamos la realidad objetiva) al hacer prevalecer los sentimientos (sobre) la realidad , en especial la voluntad (la pequeña burguesía busca sus logros por medio de la voluntad al puro estilo “self made man”), aparecían también otras características del revolucionarismo pequeñoburgues; el inmediatismo (no podíamos esperar…), éramos ignorantes de la historia (todo se podía hacer en un día, pretende esa pequeña burguesía saltar etapas históricas) .(Pensábamos saltar la etapa democrática directamente hacia el socialismo; dar por canceladas las formas políticas de lucha para iniciar las formas armadas. Saltar formas de lucha aun vigentes como la electoral parlamentaria).

El vanguardismo (estuvo) en todas nuestras políticas; (muestro) en un ejemplo, como (ese vanguardismo) nos hizo coincidir con los fascistas: a los pocos días del golpe (militar pinochetista), aprovechando la campaña de la dictadura que decía que el gobierno popular (de Allende), (era corrompido, en un documento que publicamos dijimos que (ellos), (el gobierno popular) se corrompió, pero nosotros no. Para la dictadura y para nosotros el gobierno popular estaba desprestigiado –aprovechando la coyuntura queríamos ganar las masas a nuestro favor- haciendo propaganda de nuestra pureza y nuestra ausencia de compromiso con el gobierno popular.

Trazamos una línea divisoria entre los partidos de izquierda y nosotros, para desprestigiar a los dirigentes populares (en el caso del problema de asilo) y de nuevo estábamos coincidiendo con el fascismo, que alegaba que los dirigentes habían abandonado al pueblo.

¿así quedábamos bien ante la dictadura, para que no nos acusara de lo mismo que a los partidos populares?, ¿no éramos oportunistas cuando argumentábamos que no habíamos participado en el gobierno y que el golpe fué contra el gobierno, para así salvarnos de acusaciones?

Nuestros antecesores esta(ban) en el anarquismo, trotskismo y maoísmo, corrientes muy emparentadas entre si. Éramos descendientes directos de Trotsky, su teoría de la revolución permanente, nos interesaba su versión de los clásicos, mas que los clásicos mismos.

Mao era nuestro ideólogo; la interacción de los contrarios (omitir situaciones específicas y elaborar contradicciones sociales en forma subjetiva para luego tratar de agudizarlas al máximo) era la guía teórica de nuestra política. El maoísmo tiene no poca influencia del revolucionarismo pequeñoburgues. Las tesis militares maoístas, de la guerra prolongada, dado que desconfía de las fuerzas internas de la revolución, llega a afirmar que la forma mas alta de la revolución es la toma de poder político por medio de la fuerza armada. Para el maoísmo, campesinos, estudiantes, pequeña burguesía son las clases motrices. Califica al movimiento comunista de agentes del imperialismo, pasivos ante sus agresiones, de rehuir el combate. Es clásico del maoísmo asignar a los trabajadores el papel de espectadores pasivos en la lucha entre un grupo de valientes y la reacción. También las concepciones de Marcuse (nos guió); la de las potencialidades revolucionarias del movimiento de masas autónomo, sin dirección política. De Franz Fanon; nos influyo en considerar que los obreros junto con los pobres del campo y la ciudad (los marginales), eran las clases motrices. De Regis Debray (tomamos) su negación del partido, de la lucha armada como un principio en si, y su, en aquel tiempo, sutil anticomunismo.

Teníamos nuestra interpretación de la revolución cubana; quienes la hicieron sabían bien que la aplicación creadora ( y no como aplicación de una receta)de principios generales a una situación concreta, es muy diferente a trasladar mecánicamente (la lucha armada- la guerrilla).Sin considerar tiempo, situación concreta. Nosotros intentamos la lucha armada cuando estaban las condiciones democráticas para que triunfara electoralmente Allende. El mismo Che señalo que “el brote guerrillero es imposible de producir por no haberse agotado las posibilidades de la lucha cívica” (Guerra de guerrillas). La revolución cubana se desarrolla gracias a que no fué dogmática al interpretar el marxismo-leninismo. En cambio, nosotros transformamos el dogma en una forma de lucha.

En cuanto al movimiento comunista, al campo socialista en general, a la URSS en particular, le tenía una gran desconfianza. Entendía la distensión, al igual que muchos grupos como el nuestro, como pretexto para no luchar, que favorecía al imperialismo y a los gobiernos, que en América Latina era un freno a las revoluciones. Por el contrario, el partido comunista cubano se pronuncia a favor de reconocer los logros de la URSS y de su partido comunista. Fidel Castro mismo dice en la Conferencia de los No Alineados; que no se conoce una sola causa justa que no haya sido apoyada por la URSS. Entonces me inquieto y reviso los hechos políticos.

Nuestro rechazo por la URSS era prejuicio e ignorancia, para nosotros los gobiernos socialistas no representaban al pueblo, no eran el gobierno del pueblo, eran solo superestructuras burocráticas. Al campo socialista lo considerábamos “reformista”. Al movimiento comunista internacional pretendíamos disputarle en América Latina la vanguardia de la revolución (lo que no ha cambiado sino aun se ha acentuado) (año 1978).

Durante el gobierno de la Democracia Cristiana intentamos acciones armadas. Nuestro aislamiento de las masas era increíble. Por nuestro fuerte voluntarismo estábamos convencidos que “un grupo relativamente pequeño de hombres decididos y bien organizados, estaría en condiciones no solo de adueñarse en un momento del timón del Estado, sino…arrastrar a la revolución a las masas del pueblo y congregarlas en torno al puñado de caudillos” ( el au. Cita a Engels “Introducción a la lucha de clases en Francia”). Estábamos

–nos dimos cuenta-, aislados de las masas al final del 71, quisimos acercarlas, disputándoselas a la Unidad Popular y no a la burguesía. La historia pasaba por nuestro lado. {¡}

Con la elección de Allende pudimos haber aportado nuestra experiencia, haber entrado a la Unidad Popular, pero la empañamos (nuestra aportación) con nuestra política de disputarle las masas y otras políticas que no ayudaron al proceso. Particularmente errada era nuestra posición respecto del gobierno popular y la Unidad Popular, a Allende y a su gobierno los calificábamos de reformistas.

Como no considerábamos importante la estabilidad del gobierno (de Allende) tuvimos una (cierta) política de alianza que, al leer el informe de la Comisión del Senado Norteamericano sobre las actividades de la CIA en Chile (el informe Church) comprobé con gran amargura, que las políticas que habíamos detentado eran deliberadamente utilizadas para debilitar al gobierno .(Favoreció a ese debilitamiento; nuestra política de tomas de tierras, fundos y de industrias que nos presentaron como partidarios de tomas indiscriminadas, por la poca experiencia de nuestros militantes, la influencia difusa de nuestras políticas. Quisimos aplicar en forma mecánica y dogmática las experiencias de otras épocas y ganar a las fuerzas armadas FFAA, planteando consignas, tareas, acciones que influyeran en la conciencia de sus miembros. Pero el modo de hacerlo fue aprovechado para atacar al gobierno y tuvo un efecto contraproducente.

Pensábamos que la Unidad Popular no era el mejor instrumento para luchar por el socialismo, organizamos un (grupo- el polo revolucionario) para dividir a la UP, y luego oponerse “desde la izquierda” al gobierno (de Allende), para “obligarlo” a una política diferente. El estimulo a ese tipo de políticas figuraba en los planes de la CIA para derrocar al gobierno (de Allende). Estábamos convencidos que el gobierno iba a terminar traicionando y reprimiendo al pueblo, entregándose a la burguesía (lo suponíamos con base a que tenia dialogo con la DC y por la presencia de ministros militares). Esperábamos “el momento en que se produjese la ruptura entre el reformismo y el movimiento de masas”. Nuestra meta era catalizar la ruptura y estar preparados para romper con el “reformismo”.

Esperábamos el golpe creyendo que iba a ser favorables a nosotros; los partidarios de la UP sin experiencia conspirativa se paralizarían y nosotros por el contrario nos desarrollaríamos, con el golpe, el gobierno y la UP (a quienes considerábamos el principal obstáculo para llevar a cabo nuestras políticas) desaparecerían. Es evidente que no entendimos el carácter del golpe; lo que teníamos en Chile era un fascismo, no una dictadura mas, no comprendíamos la necesidad de una política de alianzas flexible. Supusimos que a la dictadura la debilitaríamos y en tres años desatábamos la guerra civil en su contra; no pudimos realizar ni una sola acción armada. Sin armas, sin hombres, sin organización en Chile, sin dinero, sin apoyo internacional de ningún tipo, las pretensiones de guerrilla no son sino frases, palabrería.

Los partidos de Unidad Popular, después del repliegue inicial, se reorganizaron. Afianzaban sus posiciones, se fortalecían en vez de dividirse (como lo pretendíamos) y recibían importante apoyo internacional.

Hoy invito a mis compañeros a dejarse influenciar por la realidad, a escuchar la voz de conductores del pueblo que tanto admiramos, a salir de esquemas, idealismos y dogmas, a no renunciar al debate ideológico que hoy es más importante que nunca.

Hoy estoy convencido de haber estado profundamente equivocado. Aislados del movimiento comunista internacional es imposible ni siquiera pretender luchar contra el imperialismo. El fascismo en Chile es eminentemente temporal, para derrotarlo es indispensable ligarse a las fuerzas fundamentales de la revolución, de lo contrario la historia continuará pasando por nuestro lado.

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En el mismo libro, del articulo de Liberato Teran ( En la Universidad ¿hora del radicalismo pequeñoburgues?), aquí un resumen.

En varias facultades de la UNAM, y en cualquier otro centro educativo con algo de politización es novedad política diaria el hacer y decir de una amplia gama de grupos ultrarradicales (presentes desde hace mucho tiempo atrás). Se los llama los “vándalos”.

A grandes rasgos; los distintos grupos estudiantiles forman el espectro del izquierdismo universitario no obstante que posean nombres diferentes. Unos están (año1971) por el cogobierno a nivel nacional a lo cual se oponen otros por “utópico”, por la reconstrucción de la organización estudiantil a todos sus niveles, a lo que se oponen los otros por “reformista”. Son folclóricamente distintos (los “enfermos”, los “coyotes”, “los vándalos”) pero no lo son por su caracterización ideológica; se trata de una desviación política notable al interior del movimiento universitario. Al buscar las causas de esta desviación, unos concluían que se debían a: la represión sistemática del Estado, la ausencia de un programa alternativo al movimiento estudiantil en su conjunto, a la debilidad de las organizaciones revolucionarias nacionales , a la negación de las libertades democráticas. Otros agregaban; la corrupción política del Estado, el trafico de drogas, el oportunismo, la lumpenizacion de ciertos sectores del movimiento estudiantil y a la infiltración policíaca.

El caso “enfermos” y “vándalos” sintetiza esa expresión mórbida del movimiento universitario rmexicano. Los conflictos sinaloenses (71-72), dan pábulo a que surjan y se desarrollen posiciones extremistas entre el sector mas activo; los estudiantes. Un grupo presenta el celebre documento de la

“universidad-fabrica”, ahí, en una discusión pobre y constreñida a las cúpulas (y que nunca consiguió el consenso de las fuerzas representadas) surgieron los “enfermos”, que se saltan la dirección y sin mas debate, llevan la propaganda de sus concepciones a las bases. Los “enfermos” (después de sus agresiones, “expropiaciones”, secuestros, asesinatos (mayo,1973), de la desarticulación de la organización estudiantil) van a formar parte de un grupo armado (Liga 23 de Septiembre). En 1974 regresan de aquella aventura a la universidad, una tropa vieja y desmadejada que componían desertores-traidores-agentes nucleados en el grupo de los “insurrectos” (uno de los muchos grupos en que se dispersaron los miembros de la Liga).

El “enfermismo” fue típico pero no exclusivo de Sinaloa, fue una organización con ramificaciones en la mayor parte del país. Enarbolaban consignas del estilo; “fusionarse en la clase obrera pero apoyándonos en la capa mas baja y explotada”, “lucha a muerte y en primer lugar contra el oportunismo”, “guerra a muerte contra los sindicatos de todo tipo”,…. Su “discurso teórico” (si se le puede llamar así, y a propósito de los nuevos aires enfermizos), pobre de todas formas, buscaba reinventar alternativas a la cuestión universitaria.

En 1978 varias incógnitas han sido despejadas; autores y actores destacados han demostrado que fueron presa del sectarismo y dogmatismo (teórico y práctico) del que partían. Lo que hoy –después de meditar lo pasado- tratan de elucubrar los grupos “vandálicos” no es sino una pobre y grotesca caricatura del “enfermismo”.

Los militantes por la democracia y el socialismo en las universidades mexicanas deben conocer esta realidad, comenzando por saber que los rabiosos grupúsculos de hoy día no hacen sino mascullar, rumiar, interjectar, intentar repetir sin muy bien conseguir, los postulados que la “enfermedad” propagandizó hace cinco años {el au. escribe esto en 1978}. Y la pobreza verbal incluso de estas segundas partes, no significa que sean más inofensivos. (El au cita a Goethe: “nada hay mas dañino que la ignorancia activa” ).

En la UNAM, los recientes acontecimientos nos permiten observar las características generales de actuación de grupos pseudo izquierdistas:

a) sus demandas centrales son, en sustancia, reaccionarias; maximalistas o minimalistas (metas imposibles de alcanzar en las condiciones de los grupúsculos) o grandes frases (ejemplo; todos por la revolución comunista), y distraen a las masas de los problemas reales.

b) acostumbran echar la culpa a las masas (actúan al margen de las masas, y después de sus desaguisados se escudan detrás de ellas, culpándolas).

c) distorsionan la verdad (evaden y falsean la realidad)

d) son hirientes sus proclamas y su blanco seguro son organizaciones y partidos serios de la izquierda.

e) estos grupos son fusión de esa amorfa especie de lumpenburgueses y lumpenproletarios (dada la crisis actual es mas fácil ver juniors fugados de casa, desarrapados a lo punk, de la mano de jóvenes desocupados o rechazados de la universidad)

f) su mimetismo (ejemplo; teorizan sobre universidad-fabrica y llaman a destruirla. Viven de la copia extranjera.).

En el libro Aritmética contrarrevolucionaria, su autor Pablo Gonzalez Casanova, radiografió al pormenor la aritmética de la contrarrevolución que implementan sabiamente el imperialismo y la burguesía de cada país. Bien sería que le consultaran los partidarios de la militancia ultrarradical.

El radicalismo pequeñoburgues no es desconocido en las universidades de América Latina, el “enfermismo” tiene ya su “cultura” política y una presencia multinacional.

¿A que causas pueden servir estos {grupos extremistas} radicales pequeñoburgueses en un país como México de tan gran atraso político, con un sistema de educación superior profundamente antidemocrático, aislado y reprimido por el Estado?

La naturaleza y condiciones del capitalismo permiten que el panorama político se amplíe en cuanto a confusión; en particular en México, los Dorados (“camisas doradas” fueron bandas fascistas), porristas en el IPN, ex guerrilleros y hoy agentes políticos en Guerrero, coyotes en Oaxaca y sus correspondientes en la UNAM. El charrismo, al asimilar a muchas de esas sectas (puede hacernos ver la aparición de) una nefasta coordinadora de la provocación.

Se habla ya de una “internacional de la provocación”.Son todos esos grupos que un día comienzan con las frases altisonantes, siguen con los ataques sobre partidos de izquierda y rematan en el asesinato de revolucionarios. Se trata de un tipo peculiar de terrorismo, que incuba en la pequeña burguesía y hace su atalaya en las universidades. Un rasgo mas, notable también es su tendencia a la continua mitosis (su multiplicación constante). Esta enfermedad que hoy vemos (y que no es infantilismo de izquierda) tiene relación con los estratos mas deprimentes de la pequeña burguesía. Es hijo legítimo de este sistema (capitalista). (Debe darse) la lucha contra esa perversión política. (Tendrémos que observar cuidadosamente) su practica política y exigirles consecuencia.

Dentro de las técnicas de contrapropaganda y desinformación que el imperialismo y el Estado promueven es común y corriente etiquetar con extremismo político (a los movimientos). Al identificar como provocadores a grupos de izquierda podemos (quedar no lejos) de la critica de la derecha. a grupos de izquierda. (Necesitamos) indagar las causas objetivas que hacen posible manifestaciones desorbitadas en política; la falta de democracia, el régimen político antidemocrático e intolerante. Hacemos al Estado el primer responsable, consideramos también los errores y debilidades de las fuerzas de izquierda. (Hemos) de favorece la obtención de experiencia, acumulación, para que se forme una masa no autoritaria, tal será el valladar contra las intentonas fascistas y el fundamento mas seguro de la alternativa revolucionaria. Es la hora de la intensa educación de las masas y del impulso a sus luchas en la perspectiva de la democracia y el socialismo.

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(sobre el mismo asunto de análisis y reflexión de) Comportamientos de grupos ultras, va aquí una reseña del siguiente artículo –del mismo libro; La nueva enfermedad , de Gustavo Hirales.

El movimiento estudiantil democrático tuvo un éxito rotundo (finales del año 1972, en la UAS) contra la imposición del reaccionario Armienta Calderon. Dentro de ese movimiento, un grupo mas radicalizado empieza a tener una actitud irracional que llega a adquirir rasgos criminales, “descubre” que todas las tendencias y partidos de izquierda que actuaban en la “legalidad burguesa” y que luchaban por la democracia, eran en realidad agentes de la burguesía. Como consecuencia desarrollan una actividad de enfrentamiento contra la izquierda en general (sabotean toda actividad política, académica o cultural que organizara, hostigan y dan palizas a miembros y dirigentes de base de los partidos y grupos marxistas no enfermos). Las posiciones de los “enfermos” eran las únicas validas (tenían el respaldo de nuestra propia práctica armada), eran prepotentes, desdeñosos hacia otros sectores revolucionarios y se suponían herederos de las mejores tradiciones del movimiento guerrillero y su destino. Se proponían liquidar esa nefasta “dominación ideológica” que los demomarxistas habían impuesto por décadas, al proletariado. Esta actitud ferozmente sectaria y aventurera llevo a los enfermos hasta la agresión armada contra otros militantes de izquierda. Estos son los antecedentes ideológicos y políticos de los “coyotes” y del ultraizquierdismo vandálico en general. La liga 23 de Septiembre fué destruida, sus restos son aun capaces de provocaciones y crímenes estúpidos. Y lo peor; su herencia ideológica ha sido asumida por aquellos que se ostentan como nuevos portadores del fuego sacro de la “única verdad revolucionaria”, de la unigénita “posición proletaria” . La diferencia entre los viejos y los nuevos enfermos es que aquellos, si pasaron a la lucha armada. Los de ahora se conforman, según todos los indicios, con la guerrilla de asamblea, con el desvaído militarismo que tira la piedra y esconde la mano.

Hoy las condiciones son muy diferentes (de aquellas en que se engendró la enfermedad). Resultado de una lucha denodada de nuestro pueblo hay mejores condiciones para abrir espacio político en la antidemocracia existente, y realizar un trabajo político entre las masas. Un reavivamiento de la enfermedad constituye objetivamente una provocación.

El espectro ultraizaquierdista tiende a ensancharse; sus armas de combate son la vieja fraseología chillonamente izquierdista, la calumnia, la confusión, y la apelación demagógica a los peores instintos y a los prejuicios anticomunistas presentes en ciertos sectores sociales. La Liga llamaba a destruir la universidad-fabrica, la consideraba “centro de capacitación de la oficialidad opresora-represora de los capitalistas”. Acusábamos { el autor se incluye en esa posición ultra, de aquellos momentos}a los “demócratas” de que con sus proyectos de democratización universitaria, lo único que en realidad buscaban era modernizar el “aparato productivo” de la burguesía. Cuando; tropelías, agresiones y provocaciones de los enfermos eran denunciados, respondían acusando de delatores y “policías políticos” a quienes los señalaban y les hacían merecedores de muerte. Los neoenfermos no pueden escapar al mimetismo caricaturesco de toda enfermedad infantil. De acuerdo con su miserable política inmediatista y apocalíptica, todo aquel que no coincida con ellos es un paralizador y confusionista, para ellos toda lucha es la primera y última razón, aunque de vez en cuando se muestren “flexibles” con las autoridades.

Ese matiz de la enfermedad: del enjuiciamiento sumario, franco rechazo al dialogo, a la discusión y a la discrepancia política (con una dosis considerable de dolo, ataque personal y calumnia) es ya un principio de lumpenizacion. Son atributos muy (apropiados) a nuestros nuevos cruzados de la ultraizquierda.

Los ultras al suponer que su política es la única justa (como en otro tiempo lo creíamos en la Liga) se ven a si mismos como los iniciadores de la lucha de clases, como los elementos constituyentes del polo proletario-popular, de la correlación de fuerzas que apenas está naciendo: la realidad es su realidad. Son incapaces –como le paso a la Liga- de elevarse por sobre el estrecho horizonte que les marca su origen de clase, sus posiciones pequeñoburguesas barnizadas de marxismo, no les permite concebir su propia actividad politica inserta dentro de un marco de correlación de fuerzas dada y en movimiento.

Esta política del pequeñoburgues endurecido, torpe y miope (al introducir la confusión, la desunión y la provocación ) hace el juego a las fuerzas (muy reales) que están contra el progreso democrático y encarnan la contrarrevolución.

Los ultraizquierdistas coinciden con la campaña reaccionaria de expulsar de las universidades a los comunistas y otras fuerzas de izquierda, cuyo objetivo solo puede ser; su entrega a manos de la reacción y del PRI.

La ultraizquierda juega el juego de la derecha y del régimen, entre otras cosas, porque carece de un proyecto estratégico propio y porque su política se determina de un día para otro, de acuerdo a las “circunstancias” (aunque también son blanco de la represión en determinadas situaciones). Y no decimos que la ultraizquierda provoque la represión sino que facilita y da pretexto a su desencadenamiento. Represión e izquierdismo (enfermo, o ultra) se configuran como constantes del Estado despótico, del atraso político y de la descomposición social. La ultraizquierda (falsa izquierda) en realidad no tiene, ni ofrece perspectiva de lucha (ni a corto ni a largo plazo) a las masas, es totalmente incapaz de elaborarla.

La izquierda histórica, objetiva, real debe entender en sus raíces, el actual auge neoenfermo y su importancia, desplegar con rigor y combatividad su política democrática y revolucionaria en todos los terrenos de la actividad social, incluidos los medios donde los ultras medran.

El (ultra)izquierdismno se ha alimentado de las debilidades del partido comunista y de la izquierda en general; la persistencia en estas organizaciones de un conjunto de practicas viciadas, de desviaciones y de falta de sensibilidad política, traban la lucha contra (lo ultra).

Los (ultras) cuando son de buena fe, solo tienen el corazón caliente y en la cabeza un nido de avispas furiosas. Los comunistas combinan la más ardiente pasión revolucionaria con el más frío y objetivo análisis de las situaciones y de las tareas necesarias. Esto es lo que hay que poner en juego.

{Que bueno que tenemos mucho en que pensar y reflexionar, en este 2007, México DF}

martes, 20 de marzo de 2007

Desobediencia Civil

por Henry David Thoreau

Traducido por Hernando Jiménez

Creo de todo corazón en el lema “El mejor gobierno es el que tiene que gobernar menos”, y me gustaría verlo hacerse efectivo más rápida y sistemáticamente. Bien llevado, finalmente resulta en algo en lo que también creo: “El mejor gobierno es el que no tiene que gobernar en absoluto”. Y cuando los pueblos estén preparados para ello, ése será el tipo de gobierno que tengan. En el mejor de los casos, el gobierno no es más que una conveniencia, pero en su mayoría los gobiernos son inconvenientes y todos han resultado serlo en algún momento. Las objeciones que se han hecho a la existencia de un ejército permanente, que son varias y de peso, y que merecen mantenerse, pueden también por fin esgrimirse en contra del gobierno. El ejército permanente es sólo el brazo del gobierno establecido. El gobierno en sí, que es únicamente el modo escogido por el pueblo para ejecutar su voluntad, está igualmente sujeto al abuso y la corrupción antes de que el pueblo pueda actuar a través suyo. Somos testigos de la actual guerra con Méjico, obra de unos pocos individuos comparativamente, que utilizan como herramienta al gobierno actual; en principio, el pueblo no habría aprobado esta medida. El gobierno de los Estados Unidos ¿qué es sino una tradición, bien reciente por cierto, que lucha por proyectarse intacta hacia la posteridad, pero perdiendo a cada instante algo de su integridad? No tiene la vitalidad y fuerza de un solo hombre: porque un solo hombre puede doblegarlo a su antojo. Es una especie de fusil de madera para el mismo pueblo, pero no es por ello menos necesario para ese pueblo, que igualmente requiere de algún aparato complicado que satisfaga su propia idea de gobierno. Los gobiernos demuestran, entonces, cuán exitoso es imponérsele a los hombres y aún, hacerse ellos mismos sus propias imposiciones para su beneficio. Es excelente, tenemos que aceptarlo. Sin embargo, este gobierno nunca adelantó una empresa, excepto por la algarabía con la que sacó el cuerpo. No mantiene al país libre. No deja al Oeste establecido. No educa. El carácter inherente al pueblo americano es el responsable de todo lo que se ha logrado, y hubiera hecho mucho más si el gobierno no le hubiera puesto zancadilla, como ha ocurrido tantas veces. Porque el gobierno es una estratagema por la cual los hombres intentan dejarse en paz los unos a los otros y llega al máximo de conveniencia cuando los gobernados son dejados en paz.

Si el mercado y el comercio no estuvieran hechos de caucho, jamás lograrían salvar los obstáculos que los legisladores les atraviesan en forma sistemática. Y si uno fuera a juzgar a esos señores sólo por el efecto de sus acciones, y no en parte por sus intenciones, merecerían ser castigados como a los malhechores que atraviesan troncos sobre los rieles del ferrocarril.

Pero, para hablar en forma práctica y como ciudadano, a diferencia de aquellos que se llaman “antigobiernistas”, yo pido, no como “antigobiernista” sino como ciudadano, y de inmediato, un mejor gobierno. Permítasele a cada individuo dar a conocer el tipo de gobierno que lo impulsaría a respetarlo y eso ya sería un paso ganado para obtener ese respeto. Después de todo, la razón práctica por la cual, una vez que el poder está en manos del pueblo, se le permite a una mayoría, y por un período largo de tiempo, regir, no es porque esa mayoría esté tal vez en lo correcto, ni porque le parezca justo a la minoría, sino porque físicamente son los más fuertes. Pero un gobierno en el que la mayoría rige en todos los casos no se puede basar en la justicia, aún en cuanto ésta es entendida por los hombres. ¿No puede haber un gobierno en el que las mayorías no decidan de manera virtual lo correcto y lo incorrecto – sino a conciencia?, ¿en el que las mayorías decidan sólo los problemas para los cuales la regulación de la conveniencia sea aplicable? ¿Tiene el ciudadano en algún momento, o en últimas, que entregarle su conciencia al legislador? ¿Para qué entonces la conciencia individual? Creo que antes que súbditos tenemos que ser hombres. No es deseable cultivar respeto por la ley más de por lo que es correcto. La única obligación a la que tengo derecho de asumir es a la de hacer siempre lo que creo correcto. Se dice muchas veces, y es cierto, que una corporación no tiene conciencia; pero una corporación de personas conscientes es una corporación con conciencia. La ley nunca hizo al hombre un ápice más justo, y a causa del respeto por ella, aún el hombre bien dispuesto se convierte a diario en el agente de la injusticia. Resultado corriente y natural de un indebido respeto por la ley es el ver filas de soldados, coronel, capitán, sargento, polvoreros, etc., marchando en formación admirable sobre colinas y cañadas rumbo a la guerra, contra su voluntad, alás!, contra su sentido común y sus conciencias, lo que hace la marcha más ardua y produce un pálpito en el corazón. No les cabe duda de que la tarea por cumplir es infame; todos están inclinados hacia la paz. Pero, qué son? Son hombres acaso? O pequeños fuertes y polvorines al servicio de algún inescrupuloso que detenta el poder? Visiten un patio de la Armada y observen un marino, el hombre que el gobierno americano puede hacer, o mejor en lo que lo puede convertir con sus artes nigrománticas – una mera sombra y reminiscencia de humanidad, un desarraigado puesto de lado y firmes, y, se diría, enterrado ya bajo las armas con acompañamiento fúnebre...aunque puede ser que

“No se oyó ni un tambor,
ni la salva de adiós escuchamos,
cuando el cuerpo del héroe y su honor
en la tumba en silencio enterramos”.

La masa de hombres sirve pues al Estado, no como hombres sino como máquinas, con sus cuerpos. Son el ejército erguido, la milicia, los carceleros, los alguaciles, posse comitatus, etc. En la mayoría de los casos no hay ningún ejercicio libre en su juicio o en su sentido moral; ellos mismos se ponen a voluntad al nivel de la madera, la tierra, las piedras; y los hombres de madera pueden tal vez ser diseñados para que sirvan bien a un propósito. Tales hombres no merecen más respeto que el hombre de paja o un bulto de tierra. Valen lo mismo que los caballos y los perros. Aunque aún en esta condición, por lo general son estimados como buenos ciudadanos. Otros – como la mayoría de los legisladores, los políticos, abogados, clérigos y oficinistas – sirven al Estado con la cabeza, y como rara vez hacen distinciones morales, están dispuestos, sin proponérselo, a ponerle una vela a Dios y otra al Diablo. Unos pocos, como héroes, patriotas, mártires, reformadores en el gran sentido, y hombres – sirven al Estado a conciencia, y en general le oponen resistencia. Casi siempre son tratados como enemigos. El hombre sabio será útil sólo como hombre, y no aceptará ser “arcilla” o “abrir un hueco para escapar del viento”, sino que dejará ese oficio a sus cenizas.

“Soy nacido muy alto para ser convertido en propiedad,
para ser segundo en el control
o útil servidor e instrumento
de ningún Estado soberano del mundo”.

El que se entrega por completo a sus congéneres les parece a ellos inútil y egoísta; pero aquel que se les entrega parcialmente es considerado benefactor y filántropo.

¿Cómo le conviene a una persona comportarse frente al gobierno americano de hoy? Le respondo que no puede, sin caer en desgracia, ser asociado con éste. Yo no puedo, ni por un instante, reconocer una organización política que como gobierno mío es también gobierno de los esclavos. Todos los hombres reconocen el derecho a la revolución; es decir, el derecho a negarse a la obediencia y poner resistencia al gobierno cuando éste es tirano o su ineficiencia es mayor e insoportable. Pero muchos dicen que ese no es el caso ahora. Pero era el caso, creo, en la Revolución de 1775. Si alguien viene a decirme que aquel era un mal gobierno porque gravaba ciertas mercancías extranjeras que llegaban a sus puertos, seguramente no haría yo mucho caso del asunto, puesto que me basto sin ellas. Toda máquina produce una fricción, y ésta probablemente no es suficiente para contrarrestar el mal. En todo caso, es un gran mal hacer gran bulla al respecto. Pero cuando la fricción se apodera de la máquina y la opresión y el robo se organizan, les digo, no mantengamos tal máquina por más tiempo. En otras palabras, cuando una sexta parte de la población de una nación que ha tomado como propio ser el refugio de la libertad está esclavizada, y todo un país está injustamente subyugado y conquistado por un ejército extranjero y sujeto a la ley militar, no creo que sea demasiado pronto para que los honestos se rebelen y hagan revolución. Lo que hace más urgente esta obligación es que el país así dominado no es el nuestro y lo único que nos queda es el ejército invasor.

Paley, conocida autoridad con muchos otros en asuntos morales, en su capítulo sobre “Obligación a la obediencia al Gobierno Civil”, resuelve toda obligación moral a la conveniencia y continúa diciendo que “en cuanto el interés de toda la sociedad lo requiera, es decir, en cuanto al gobierno establecido no se pueda oponer resistencia o cambiar sin inconveniencia pública, es la voluntad de Dios...que el gobierno establecido sea obedecido...y no más. Al admitir este principio, la justicia de cada caso específico de resistencia se reduce al computo de la cantidad de peligro y afrenta, por un lado, y a la probabilidad y costo de remediarlo, por el otro”. De esto, dice, cada persona juzgará por sí misma. Pero parece que Paley nunca contempló aquellos casos en los que la ley de conveniencia no es aplicable, en los que un pueblo, tanto como un individuo, debe ejercer justicia, cueste lo que cueste. Si injustamente le he arrebatado una tabla a un hombre que se está ahogando, debo devolvérsela aunque yo me ahogue. Esto, según Paley, no sería conveniente. Pero aquel que salve su vida en tal forma, la perderá. Este pueblo tiene que dejar de tener esclavos y de hacerle la guerra a Méjico, aunque le cueste su propia existencia como pueblo.

En sus prácticas, las naciones están de acuerdo con Paley, pero cree alguien que Massachusetts está haciendo lo correcto en la crisis actual?

“Una puta por Estado, recamado de plata,
que le lleven la cola, pero que deja la huella de su alma en la mugre”.

En la práctica, quienes se oponen a una reforma en Massachusetts no son cien políticos del Sur, sino cien mil comerciantes y granjeros del Norte, quienes están más interesados en el comercio y la agricultura que en la humanidad, y no están preparados para hacer justicia a los esclavos y a Méjico, cueste lo que cueste. Yo no lucho con adversarios lejanos, sino en contra de quienes, aquí mismo en casa, cooperan y licitan por los que están lejos, y sin los cuales estos últimos serían inofensivos. Estamos acostumbrados a decir que las masas no están preparadas; pero las mejoras son lentas, porque los pocos no son ni materialmente más sabios ni mejores que los muchos. No es tan importante que muchos sean tan buenos como usted, como que haya alguna bondad absoluta en alguna parte, porque ella será la levadura para todo el conjunto. Hay miles de personas que se oponen a la esclavitud y la guerra, pero sin embargo no hacen nada para terminarlas; hay quienes, considerándose hijos de Washington y Franklin, se sientan con las manos en los bolsillos, y dicen que no saben qué hacer, y no hacen nada; hay quienes, anteponen el asunto del libre comercio al de la libertad y leen muy calmados las cotizaciones junto con los últimos informes sobre Méjico, después de la cena, y hasta se quedan dormidos sobre ellos. ¿Cuál es la cotización para un hombre honesto y patriota hoy? Ellos se lo preguntan, tienen remordimientos y hasta redactan un memorial, pero no hacen nada con convicción y efecto. Esperan, muy bien dispuestos, a que otros le pongan remedio al mal, para que ya no les remuerda. Cuando mucho, depositan un voto barato, con un débil patrocinio y deseo de feliz viaje a lo correcto, en cuanto a ellos respecta. Hay novecientos noventa y nueve patronos de la virtud por un hombre virtuoso. Pero es más fácil negociar con el dueño real de alguna cosa que con su guardián temporal. Toda votación es un tipo de juego como las damas o el backgammon, con un ligero tinte moral, un jueguito entre lo correcto y lo incorrecto con preguntas morales, acompañado, naturalmente, de apuestas. El carácter de los votantes no entra en juego. Deposito mi voto, por si acaso, pues lo creo correcto, pero no estoy comprometido en forma vital con que esa corrección prevalezca. Se lo dejo a la mayoría. La obligación de mi voto, por lo tanto, nunca excede la conveniencia. Aún votar por lo correcto no es hacer nada por ello. Es simplemente expresar bien débilmente ante los demás un deseo de que eso (lo correcto) prevalezca. El hombre sabio no deja el bien a la merced del chance, ni desea que prevalezca por el poder de la mayoría. Hay poca virtud en la acción de las masas. Cuando la mayoría finalmente vote por la abolición de la esclavitud, será porque ya es indiferente a ella, o por que queda poca esclavitud para ser abolida con su voto. Entonces ellos mismos serán los únicos esclavos. Sólo acelera con su voto la abolición de la esclavitud quien afirma por medio de él su propia libertad.

Me entero de una convención a reunirse en Baltimore, o en alguna otra parte, para escoger un candidato a la Presidencia, convención formada principalmente por editores y políticos de profesión; pero me pregunto, ¿qué representa para una persona independiente, inteligente y respetable la decisión que allí se tome? ¿No tenemos, sin embargo, la ventaja de la sabiduría y la honestidad? ¿No contamos con algunos votos independientes? ¿No hay muchas personas en este país que no asisten a convenciones? Pero no: encuentro que el llamado hombre respetable ha sido arrastrado de su posición, y se desespera de su país, cuando su país tiene más razones para desesperarse de él. En el acto, adopta a uno de los candidatos seleccionados, como el único disponible, probando que él mismo está disponible para cualquier propósito del demagogo. Su voto no tiene más valor que el de cualquier extranjero sin principios o nacional a sueldo, que haya sido comprado. ¡Loa al hombre que es hombre!, o, como dice un vecino “es hueso difícil de roer”. Nuestras estadísticas están erradas: la población es presentada exageradamente grande. ¿Cuántos habitantes hay por milla cuadrada en este país? Escasamente uno. Es que los Estados Unidos no ofrecen aliciente para que las gentes se establezcan aquí? El norteamericano ha degenerado en el Tipo Simpático – conocido por el desarrollo de su órgano de sociabilidad, por la falta manifiesta de intelecto y por una seguridad desenfadada, cuya primera y más importante preocupación al llegar a este mundo, es ver que los hospicios estén en buenas condiciones, y antes de que haya estrenado su atuendo viril, empieza a recolectar fondos para sostener a las viudas y huérfanos que puedan aparecer, y quien, en últimas, se aventura a vivir solo de la ayuda de la Mutual de Seguros, que le ha prometido enterrarlo decentemente.

De hecho, no es obligación de un individuo dedicarse a la erradicación del mal, aún del más enorme; bien puede tener otras inquietudes que lo ocupen. Pero es su obligación al menos lavarse las manos de ese mal, y si no le dedica mayor pensamiento, tampoco debe darle su apoyo en la práctica. Si yo me dedico a otras empresas y contemplaciones, debo ante todo ver que no las emprenda montado sobre los hombros de otro. Debo desmontarme primero para que él pueda adelantar sus contemplaciones también. Vean qué gran inconsistencia se tolera. Les he oído decir a algunos de mis paisanos: “Me gustaría que me ordenaran ir a ayudar a extinguir una insurrección de esclavos o a marchar a Méjico, ya vería si voy”. Y, sin embargo, cada uno de ellos ha contribuido, directamente con su obediencia, e indirectamente con su dinero, suministrando un sustituto. El soldado que rehusa servir en una guerra injusta es aplaudido por aquellos que no rehusan sostener al gobierno injusto que hace la guerra; es aplaudido por aquellos cuyos actos y autoridad ese gobierno no tiene en cuenta ni valora en nada. Como si el Estado estuviera tan arrepentido que contratara a uno para que lo azotara mientras peca, pero no para dejar de pecar. Así, bajo el rótulo del Orden y Gobierno Civil se nos hace a todos rendir homenaje y sostener nuestra propia maldad. Después del primer sonrojo de pecado se pasa a la indiferencia y de lo inmoral se llega a lo amoral, lo que resulta necesario para esa vida que nos hemos forjado. El error más amplio y permanente necesita de la más desinteresada virtud para sostenerse. Los nobles son quienes más comúnmente incurren en el ligero reproche que se le hace a la virtud del patriotismo. Aquellos, quienes a la vez que desaprueban el carácter y las medidas de un gobierno, le entregan su respaldo, son sin duda sus más conscientes soportes y con frecuencia el obstáculo más serio a la reforma.

Algunos le están pidiendo al Estado disolver la Unión para desconocer las solicitudes del Presidente. Por qué no la disuelven ellos mismos – la unión entre ellos y el Estado – y se niegan a pagar su cuota al Tesoro? No están ellos en la misma relación con el Estado que éste con la Unión? Y no son las mismas razones que han impedido al Estado oponerse a la Unión las que les impiden a ellos oponerse al Estado? ¿Cómo puede una persona estar satisfecha con sólo mantener una opinión y al mismo tiempo disfrutarlo? ¿Hay alguna satisfacción en ello, si su opinión es la de que está siendo agraviado? Si a usted lo engañan así sea en un solo dólar, usted no queda satisfecho con saber que lo engañaron, con decirlo, ni aún con pedir que se le restituya lo que le pertenece; sino que usted se empeña de manera efectiva en recuperar la suma completa y en ver que no se le vuelva a engañar jamás. La acción por principio, la percepción y el desarrollo de lo correcto, cambian las cosas y las relaciones; es algo esencialmente revolucionario y no concuerda con nada de lo que fue. No solo dividió Estados e Iglesias, divide a las familias; ay!, divide al individuo, separando en él lo diabólico de lo divino.

Existen leyes injustas: ¿debemos estar contentos de cumplirlas, trabajar para enmendarlas, y obedecerlas hasta cuando lo hayamos logrado, o debemos incumplirlas desde el principio? Las personas, bajo un gobierno como el actual, creen por lo general que deben esperar hasta haber convencido a la mayoría para cambiarlas. Creen que si oponen resistencia, el remedio sería peor que la enfermedad. Pero es culpa del gobierno que el remedio sea peor que la enfermedad. Es él quien lo hace peor. ¿ Por qué no está más apto para prever y hacer una reforma? ¿ Por qué no valora a su minoría sabia? ¿Por qué grita y se resiste antes de ser herido? ¿Por qué no estimula a sus ciudadanos a que analicen sus faltas y lo hagan mejor de lo que él lo haría con ellos? ¿Por qué siempre crucifica a Cristo, excomulga a Copérnico y a Lutero y declara rebeldes a Washington y a Franklin? Uno pensaría que una negación deliberada y práctica de su autoridad fue la única ofensa jamás contemplada por su gobierno, o si no, por qué no ha asignado un castigo definitivo, proporcionado y apropiado? Si un hombre que no tiene propiedad se niega sólo una vez a rentar nueve chelines al Estado, es puesto en prisión por un término ilimitado por ley que yo conozca, y confinado a la discreción de aquellos que lo pusieron allí; pero si le roba noventa veces nueve chelines al Estado, es pronto puesto de nuevo en libertad.

Si la injusticia es parte de la fricción necesaria de la máquina del gobierno, vaya y venga, tal vez la fricción se suavice – ciertamente la máquina se desgasta. Si la injusticia tiene un resorte, una polea, un cable, una manivela exclusivamente para sí, quizá usted pueda considerar si el remedio no es peor que la enfermedad; pero si es de tal naturaleza que le exige a usted ser el agente de injusticia para otro, entonces yo le digo, incumpla la ley. Deje que su vida sea la contra fricción que pare la máquina. Lo que tengo que hacer es ver, de cualquier forma, que yo no me presto al mal que condeno. En cuanto a adoptar las maneras que el Estado ha entregado para remediar el mal, yo no sé nada de tales maneras. Toman mucho tiempo, y la vida se habrá acabado para entonces. Tengo otras cosas que hacer. Yo vine a este mundo no propiamente a convertirlo en un buen sitio para vivir, sino a vivir en él, ya sea bueno o malo. Una persona no tiene que hacerlo todo, sino algo; y puesto que no puede hacerlo todo, no es necesario que ande haciendo peticiones al gobernador o al legislador más de lo que ellos me las tienen que hacer a mí. ¿Y si ellos no oyen mi petición, qué tengo que hacer? En este caso el Estado no tiene respuesta: su propia Constitución es el mal. Esto puede parecer fuerte, terco y no conciliatorio, pero es tratar con la mayor amabilidad y consideración al único espíritu que puede agradecerlo o merecerlo. Así que todo es cambio para mejorar, como el nacimiento y la muerte, que convulsionan el cuerpo. No dudo en afirmar que aquellos que se llaman abolicionistas debería retirar inmediatamente su apoyo personal y económico al gobierno de Massachusetts, y no esperar a constituir una mayoría de uno que les otorgue el derecho de prevalecer. Creo que es suficiente con tener a Dios de su lado, sin esperar a ese otro uno. Más aún, cualquier hombre más correcto que sus vecinos constituye de por sí una mayoría de uno.

Yo me entrevisto con el gobierno americano, o su representante, el gobierno del Estado, directamente, cara a cara, una vez al año – nada más – en la persona de su recaudador de impuestos; esta es la única forma en la que una persona de mi posición puede encontrarse con ese Estado. Y entonces él dice bien claro: Reconózcame; y la manera más sencilla, la más efectiva, en el actual curso de los hechos, la manera indispensable de tratar con él en su cara, de expresarle uno su poca satisfacción y poco amor por él es negarlo. Mi vecino civil, el recaudador, es el hombre de carne y hueso con quien tengo que tratar – porque, después de todo, es con hombres y no con papeles con quienes yo peleo, y él ha escogido voluntariamente ser un agente del gobierno. ¿Cómo hará para saber bien lo que él es y lo que tiene que hacer como funcionario del gobierno, o como hombre, cuando se vea obligado a considerar si a mí – su vecino - a quien respeta como buen vecino - me trata como tal, o como a un loco que altera la paz, e igualmente resolver cómo puede sobreponerse a esa obstrucción a la buena voluntad, sin que lo asalten pensamientos más rudos y contundentes, o sin adoptar un vocabulario acorde con su acción? Yo sí lo sé muy bien: si mil, o cien o diez hombres – a quienes puedo nombrar – si sólo diez hombres honestos – alás! si un hombre HONESTO, en este Estado de Massachusetts, dejara de tener esclavos, realmente se retirara de esa cosociedad y fuera encerrado por ello en la cárcel del Condado, eso sería la abolición de la esclavitud en América. Porque lo que importa no es qué tan pequeño pueda ser el comienzo: lo que se hace una vez bien, se hace para siempre. Pero preferimos hablar de ello: a lo que digamos, reducimos nuestra misión. La reforma cuenta con muchos informes periodísticos a su servicio, pero ni con un solo hombre.

Si mi estimado vecino, el embajador del Estado, que dedicará sus días a tratar el asunto de los derechos humanos en la Cámara del Consejo, en vez de ser amenazado con las prisiones de Carolina, fuera a sentarse como prisionero de Massachusetts, ese Estado que está tan ansioso por endilgarle el pecado de la esclavitud a su hermana, aunque hasta el momento solo se ha basado en un acto de inhospitalidad para pelear con ella, no desestimaría considerar el tema en la legislatura del próximo invierno.

Bajo un gobierno que encarcela injustamente, el verdadero lugar para un hombre justo está en la cárcel. El lugar apropiado hoy, el único sitio que Massachusetts ha provisto para sus espíritus más libres y menos desalentados está en sus prisiones: está en ser encerrados y excluidos del Estado por acción de éste, así como ellos mismos se han puesto fuera de él, movidos por sus propios principios. Es allí donde los deben encontrar el esclavo fugitivo, el prisionero mejicano puesto en libertad bajo palabra y el indio que vino a interceder por las faltas imputadas a su raza. Es allí, en ese suelo separado, pero más libre y honorable, donde el Estado coloca a los que no están con él, sino en su contra, donde el hombre libre puede habitar con honor. Si alguien piensa que su influjo se pierde allí, y que su voz ya no llega al oído del Estado, que él mismo no es visto como el enemigo dentro de sus muros, no sabe qué tanto la verdad es más fuerte que el error, ni qué tanto puede elocuente y efectivamente combatir la injusticia quien la ha experimentado en su propia persona. Deposite su voto completo, no sólo una tira de papel, sino todo su influjo. Una minoría es impotente, ni siquiera es una minoría, mientras se amolde a las mayorías; pero se vuelve insostenible cuando obstaculiza con todo su peso. Si la alternativa es mantener a todos los justos presos o renunciar a la esclavitud y la guerra, el Estado no dudará en escoger. Si mil ciudadanos no pagaran sus impuestos este año, esa no sería una medida violenta y sangrienta, como sí lo sería pagarlos, habilitando al Estado para que ejerza violencia y derrame sangre inocente. Esta es, de hecho, la definición de una revolución pacífica, si es que tal revolución es posible. Si el recaudador, o cualquier otro funcionario – como ya ha sucedido - me pregunta: “y entonces qué hago? ”, mi respuesta es: “si usted de verdad quiere hacer algo, renuncie al puesto”. Cuando el súbdito se ha negado a someterse y el funcionario renuncia a su cargo, la revolución se ha logrado. ¿Y no hay también derramamiento de sangre cuando se hiere la conciencia? Por esta sangre brotan la hombría y la inmortalidad de un ser humano y esa sangre fluye hacia una muerte eterna. Veo esa sangre fluyendo ahora.

Hasta ahora, he considerado el encarcelamiento del transgresor más que la confiscación de sus bienes – aunque ambos sirven el mismo propósito – porque aquellos que se sostienen en la corrección más pura, y en consecuencia son más peligrosos para el Estado corrupto, generalmente no han dedicado mucho tiempo a acumular propiedades. A ellos, el Estado comparativamente les presta poco servicio, y un pequeño impuesto es costumbre que parezca exorbitante, particularmente si se les obliga a pagarlo con trabajo de sus propias manos. Si hubiese alguien que viviera completamente sin el uso del dinero, el Estado mismo dudaría en exigírselo. Pero el rico – sin hacer comparaciones odiosas – está siempre vendido a la institución que lo hace rico. En estricto sentido, a más dinero menos virtud, porque el dinero se interpone entre la persona y sus objetivos y los obtiene para él; ciertamente, no fue gran virtud obtenerlo. El dinero pone de lado muchas preguntas que de otra manera la persona se vería obligada a responder, mientras que la nueva pregunta es difícil pero superflua: cómo gastarlo! Así, le han quitado a la persona su piso moral. Las oportunidades de vivir se disminuyen en proporción al aumento de los llamados “medios de subsistencia”. Lo mejor que una persona puede hacer por su cultura cuando es rica, es realizar los esquemas que se propuso cuando era pobre. Cristo respondía a los súbditos de Heródes según su condición. “Mostradme vuestro dinero del tributo”, les decía, y uno sacó un centavo del bolsillo, “si usáis dinero acuñado con la imagen del César, y que él ha hecho corriente y valioso, es decir, sois un hombre del Estado y disfrutáis a gusto de las ventajas del gobierno del César, entonces retribuid con algo de lo que le pertenece cuando él os lo pide. Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”, y no los dejaba más sabios en cuanto cuál era para cuál, porque ellos no querían saber.

Cuando yo converso con el más libre de mis vecinos, me doy cuenta de que cualquier cosa que mi interlocutor diga sobre la magnitud y seriedad de un asunto, lo mismo que su preocupación por la tranquilidad pública, me la presenta sujeta a la protección del Gobierno vigente y más bien se espanta de las consecuencias que la desobediencia les pueda acarrear a su propiedad y a sus familias. Por mi parte, no quiero ni pensar que alguna vez dependa de la protección del Estado. Pero si yo niego la autoridad del Estado cuando éste me presenta la cuenta de los impuestos, pronto se llevarán y gastarán mis propiedades y me acosarán a mí y a mis hijos indefinidamente. Esto es doloroso. Esto hace imposible a la persona vivir honestamente y al tiempo con comodidad en lo que a exterioridades respecta. No vale la pena acumular propiedades que de seguro se volverán a ir. Hay que alquilar o invadir cualquier predio, cultivar una pequeña cosecha y comérsela pronto. Hay que vivir dentro de sí mismo y depender de uno mismo, siempre arremangado y listo a arrancar, sin tener muchos asuntos pendientes. Un hombre puede volverse rico en Turquía, si es en todo aspecto un buen súbdito del gobierno turco. Confucio dijo: “Si un Estado es gobernado por los principios de la razón, la pobreza y la miseria son objeto de vergüenza; si el Estado no es gobernado por los principios de la razón, la riqueza y los honores son objeto de vergüenza”. No: hasta cuando se me extienda la protección de Massachusetts hasta un puerto en el Sur, donde mi libertad esté en peligro, o hasta cuando me dedique a aumentar mi patrimonio aquí con industriosidad pacífica, me puedo dar el lujo de rehusar la sumisión a Massachusetts, y a su derecho sobre mi propiedad y mi vida. En todo caso, me sale más barato sufrir el castigo por desobediencia al Estado que obedecer. Me sentiría que yo mismo valdría menos.

Hace unos años, el Estado me llamó a favor de la Iglesia y me conminó a pagar una suma para el mantenimiento de un clérigo, cuyos sermones mi padre escuchaba, pero yo no. “Pague”, se me dijo, “o será encerrado en la cárcel”. Yo me negué a pagar. Desagraciadamente, otra persona consideró apropiado hacerlo por mí. Yo no entendía por qué el maestro de escuela tenía que pagar impuesto para sostener al cura, y no el cura para sostener al maestro, así yo no fuera maestro del Estado, sino que me sostenía por suscripción propia. Yo no veía por qué el Liceo no podía presentar su cuenta de impuestos y hacer que el Estado respaldara su petición lo mismo que la de la Iglesia. Sin embargo, a petición de los Concejales, fui condescendiente como para hacer la siguiente declaración por escrito: “Sírvanse enterarse de que yo, Henry Thoreau, no deseo ser considerado miembro de ninguna sociedad a la cual yo mismo no me haya unido”. El Estado, habiéndose enterado de que yo no quería ser considerado miembro de esa iglesia, nunca me ha vuelto a hacer tal exigencia, aunque decía que tenía que acogerse a su presunción en ese momento. Si hubiese sabido los nombres, me habría retirado de todas las sociedades a las que nunca me inscribí, pero no supe dónde encontrar la lista completa.

Hace seis años que no pago el impuesto de empadronamiento. Me apresaron una vez por eso, por una noche. Y mientras meditaba sobre el grosor de los muros de piedra, de dos o tres pies de ancho, de la puerta de madera y hierro de un pie de espesor, y de las rejas de hierro por las que se colaba la luz, no pude evitar aterrarme de la tontería de aquella institución que me trataba como si yo no fuera más sino carne, sangre y huesos que encerrar. Concluí finalmente que ésta era la mayor utilidad que el Estado podía sacar de mí y que nunca pensó en beneficiarse de alguna manera con mis servicios. Pensé que si había un muro de piedra entre mis conciudadanos y yo, había uno mucho más difícil de trepar o atravesar antes de que ellos pudieran llegar a ser tan libres como yo. Nunca me sentí encerrado, y los muros semejaban un gran desperdicio de piedra y argamasa. Sentí que yo era el único de mis conciudadanos que había pagado el impuesto. Ciertamente no sabían cómo tratarme; pero se comportaban como tipos maleducados. En cada amenaza y en cada lisonja se pifiaban, porque creían que lo que yo más quería era estar del otro lado del muro. Yo no podía sino sonreír de ver con qué laboriosidad cerraban la puerta a mis meditaciones, lo que los dejaba de nuevo sin oposición ni obstáculo, y esas meditaciones eran realmente lo único peligroso que allí había. Como no me podían atrapar, resolvieron castigar mi cuerpo, como niños, que si no pueden llegar a la persona a la que tienen tirria, le maltratan el perro. Observé que el Estado era ingenioso sólo a medias, que era tímido. Como una viuda en medio de su platería, y que no diferenciaba sus amigos de sus enemigos, y así perdí lo que me quedaba de respeto por él y le tuve lástima.

El Estado, pues, nunca confronta a conciencia la razón de una persona, intelectual o moralmente, sino sólo su cuerpo, sus sentidos. No está equipado con un ingenio superior o una honestidad superior, sino con fuerza superior. Yo no nací para ser forzado. Respiro a mi manera. Ya veremos quien es el más fuerte. ¿Qué fuerza tiene una multitud? Sólo me pueden forzar los que obedecen una ley más alta que yo. Quieren forzarme a que me vuelva como ellos. No escucho a quienes han sido forzados por las masas a vivir así o asá. ¿Qué vida es ésa? Cuando un gobierno me dice, “la bolsa o la vida”, por qué tengo que correr a darle mi plata? Pueden estar en apuros y no saber qué hacer: lo siento mucho. Ellos verán qué hacen. Que hagan como yo. No vale la pena lloriquear por eso. Yo no soy responsable de que la maquinaria de la sociedad funcione. No soy hijo del ingeniero. Sólo veo que cuando una bellota y una castaña caen juntas, la una no se queda inerte para hacerle campo a la otra, ambas obedecen sus propias leyes y germinan y crecen y florecen lo mejor que pueden, hasta que una, quizás, eclipsa y destruye a la otra. Si una planta no puede vivir de acuerdo a la naturaleza, se muere; lo mismo el hombre.

La noche en la prisión fue novedosa e interesante. Cuando entré, los prisioneros, en mangas de camisa, gozaban de una charla y del aire de la noche. Pero el carcelero dijo: “Vamos muchachos, es hora de encerrarlos”, entonces se dispersaron, y oí el ruido de sus pasos de regreso a la vacuidad de sus compartimentos. El carcelero me presentó a mi compañero como “un tipo de primera y un hombre inteligente”. Cuando cerraron la puerta, me indicó dónde colgar mi sombrero y me contó cómo arreglaba sus asuntos allí. Los cuartos eran blanqueados una vez al mes, y éste, al menos, era el más blanco; el amoblado de forma muy sencilla y seguramente el más pulcro del pueblo. Naturalmente quería saber de dónde venía yo, qué me había traído. Cuando le hube contado, yo también le pregunté por qué estaba allí, bajo la presunción de que era un hombre honesto, y claro que lo era. “Bien”, dijo, “me acusan de quemar un granero, pero nunca lo hice”. Por lo que pude descubrir, él probablemente se había acostado borracho, fumando pipa, y el granero se incendió. Gozaba de la reputación de ser inteligente; había estado allí cerca de tres meses esperando el juicio, y tendría que esperar otro tanto, pero estaba domesticado y contento, puesto que recibía alimentación gratis y se consideraba bien tratado. Él miraba por una ventana y yo por la otra. Observé que si uno se quedaba allí por largo tiempo su actividad central se reducía a mirar por la ventana. Pronto leí todas las huellas que allí quedaban y examiné por donde se habían escapado los antiguos prisioneros, donde habían segueteado una reja y oí la historia de varios inquilinos de aquella celda; descubrí que aún allí había historias y habladurías que nunca circulaban más allá de los muros de la prisión. Seguramente ésta es la única casa del pueblo donde se escriben versos, que luego se imprimen en hojas que no se publican. Pude ver una larga lista de jóvenes que habían intentado escapar, quienes se vengaron cantando sus versos.

Yo le sonsaqué a mi compañero todo lo que pude, movido por el temor de no volver a verlo; luego me indicó cuál era mi cama y me dejó apagar la vela.

Tendido allí por una noche fue como viajar a un país remoto que nunca había esperado visitar. Me pareció que no había escuchado antes el llamado de las campanas del reloj del pueblo ni el sonido nocturno de la aldea, puesto que dormíamos con las ventanas abiertas, que daban a la parte interna de las rejas. Fue ver mi pueblo natal a la luz del Medioevo y nuestro Concord convertido en un Rin, que pasaba con sus caballos y castillos. Oí las voces de antiguos burgueses por las calles. Fui el espectador y oyente involuntario de todo lo dicho y hecho en la posada vecina: una nueva y extraña experiencia. Fue una visión más cercana de mi pueblo. Me metí dentro. Nunca antes había visto sus instituciones. Ésta es una de sus instituciones características porque éste es un Condado. Empecé a comprender lo que son sus habitantes.

Por la mañana, nos pasaron el desayuno por un hueco de la puerta por donde cabían jarros de lata y una cuchara metálica. Cuando vinieron por los platos, fui tan bisoño como para devolver el pan que había dejado, pero mi camarada lo agarró y dijo que debía reservarlo para el almuerzo o la comida. Pronto lo dejaron salir a segar heno en un campo vecino, a donde iba todos los días sin regresar hasta el medio día; así que me dijo adiós y que dudaba de que me volviera a ver.

Cuando salí de prisión – porque alguien se atravesó y pagó el impuesto – no percibí que hubiera habido grandes cambios en el exterior, como los que encuentra el que entra joven y sale viejo; y sin embargo, un cambio se presentó ante mis ojos – el pueblo, el Estado, el país eran más grandes de lo que el mero tiempo podía afectarlos. Vi más claro el Estado en el que vivía. Vi hasta qué punto se podía tener como buenos amigos y vecinos a las personas entre quienes había vivido. Su amistad era ante todo para los buenos tiempos. Vi que básicamente no se proponían hacer el bien, que eran de otra raza distinta a la mía por sus prejuicios y supersticiones . Como los chinos y los malayos, que en sus sacrificios por la humanidad no se arriesgan ni siquiera en sus propiedades. Vi que, después de todo, no eran tan nobles, sino que trataban al ladrón como éste los había tratado, y confiaban que por cierto cumplimiento externo y algunas oraciones, y por seguir una senda particularmente derecha e inútil salvarían sus almas. Puede que esto sea juzgarlos un tanto duro, pero muchos de ellos ni siquiera son conscientes de que en su pueblo exista una institución como la cárcel.

Una antigua costumbre del pueblo, cuando el deudor pobre salía de la cárcel, era ir a saludarlo, mirándolo por entre los dedos, que representaban los barrotes de la cárcel; “¿Cómo le va?”. Mis vecinos no me dieron ese saludo; sólo me miraban y luego se miraban, como si yo hubiera vuelto de un largo viaje. A mí me tomaron prisionero mientras iba donde el zapatero a recoger un zapato remontado. Cuando me soltaron por la mañana procedí a terminar el mandado y después de ponerme el zapato me uní a un grupo de recogedores de arándano, que se mostraron impacientes por ponerse bajo mi conducción. El caballo pronto fue bien cargado y en media hora estuvimos en medio de un campo de arándanos en lo alto de una colina, a dos millas de distancia, y el Estado ya no se veía por ninguna parte.

Esta es la historia completa de “Mis Prisiones”.

Nunca me he negado a pagar el impuesto de rodamiento, porque quiero ser tan buen vecino como mal súbdito, y en cuanto a subvencionar escuelas, aquí estoy dando mi contribución para educar a mis compatriotas. No es por un punto en especial de la cuenta de impuestos que me niego a pagarla. Simplemente deseo rehusar la sumisión al Estado, retirarme y permanecer retirado de manera efectiva. No me interesa seguirle la pista a mi dólar, si puedo, hasta que ese dólar le compre un rifle a un hombre para que le dispare a otro – el dólar es inocente – pero sí me interesa seguirle la pista a los efectos de mi sumisión.

De hecho, le declaro la guerra al Estado, a mi manera, aunque lo utilice y me aproveche de él en cuanto pueda, como es usual en tales casos.

Si otros, por simpatía con el Estado, pagan el impuesto que a mí me piden, hacen lo mismo que cuando pagaron el suyo, es decir, apoyan la injusticia más de lo que el Estado les exige. Si pagan el impuesto por una solidaridad equivocada con la persona a la que se le ha cobrado, para salvarle sus propiedades o evitarle que termine en la cárcel, es porque no han medido con inteligencia hasta dónde dejan interferir sus sentimientos personales con el bien público.

Esta es mi posición en el momento. Pero uno no puede estar demasiado a la defensiva en este caso, no sea que sus acciones se parcialicen por la obstinación o la demasiada preocupación por la opinión de los demás. Hay que dejar a cada quien hacer sólo lo que le pertenece a él y a su momento.

A vece me digo, bueno, esta gente es bien intencionada, sólo son ignorantes, obrarían mejor si supieran cómo: Por qué poner a los vecinos en la dificultad de tratarlo a uno en una forma en que no están inclinados a hacerlo? Pero recapacito: esa no es razón para que yo actúe como ellos o permita que otros sufran un dolor mayor y diferente. Y luego, vuelvo y me digo, cuando millones de hombres, sin agresividad, sin mala intención, sin sentimientos personales de ningún tipo, piden solo unas monedas, sin la posibilidad, tal es su manera de ser, de retractarse o alterar su exigencia, y sin la posibilidad, por parte de quien recibe la petición, de apelar a otros millones de personas, por qué exponerse a esta fuerza bruta sobrecogedora? No nos oponemos al frío y al hambre, a los vientos y a las olas con tanta obstinación. Nos entregamos sumisos a mil necesidades similares. Usted no pone las manos al fuego. Pero también en la medida en que yo no veo esto como una fuerza bruta total sino como una fuerza humana en parte, y considero que yo tengo que ver con esos millones como lo tengo con millones de hombres, y no como brutos o cosas inanimadas, veo que esa apelación es posible, en primer lugar y de forma instantánea, de ellos a su Creador y, en segundo lugar, de ellos a sí mismos. Pero si deliberadamente pongo las manos al fuego, no hay apelación al fuego, ni al Creador del fuego, y sólo yo tengo que culparme por ello. Si pudiera convencerme de que tengo algún derecho a estar satisfecho con los hombres como son, y tratarlos de acuerdo a eso, y no según mis expectativas y exigencias de lo que ellos y yo debemos ser, entonces, como un musulmán y fatalista, trabajaría por conformarme con las cosas tal y como están, y con decir que eso es la voluntad de Dios. Y, sobre todo, está la diferencia entre oponerse a esto o a una fuerza bruta y natural, y es que yo puedo oponerme a esto con algún efecto, pero no puedo esperar como Orfeo cambiar la naturaleza de las rocas, los árboles o las bestias.

No deseo pelear con ningún hombre o nación. No quiero pararme en pelos, hacer diferencias sutiles, o creerme mejor que los demás. Hasta busco, podría decir, casi una excusa para ajustarme a las leyes de la tierra. Estoy más que listo para amoldarme a ellas. Ciertamente tengo razones para catalogarme de este modo; y cada año, cuando el recaudador llega, estoy dispuesto a revisar las actas y la posición de los gobiernos nacional y federal, y el espíritu de la gente para aceptar el conformismo.

“Tenemos que querer a nuestro país como a nuestros padres. Debemos respetar los efectos y enseñar al alma asuntos de conciencia y religión, y no el deseo de dominio o beneficio”.

Creo que el Estado pronto podrá quitarme esta carga de encima y entonces ya no seré mejor patriota que mis conciudadanos. Vista desde un mirador más bajo, la Constitución, con todas sus faltas, es muy buena; la ley y las Cortes muy respetables; aún este Estado y este gobierno americano son, en muchos aspectos admirables; y hay algunas cosas, que tantos otros han descrito, por las que agradecer; pero analizadas desde una perspectiva superior y aún desde la más alta, ¿quién dice lo que son o que vale la pena considerarlas o siquiera pensarlas?

Con todo, el gobierno no me preocupa mucho, y pienso en él lo menos que puedo. No es mucho el tiempo que vivo bajo el gobierno, aún en este mundo. Si un hombre piensa libremente, sueña, imagina libremente, nunca estará por mucho tiempo de acuerdo con lo que no es como con lo que es, así que no puede ser interrumpido por gobernantes o reformadores obtusos.

Sé que muchas personas no piensan como yo, pero aquellos cuyas vidas, por obra de su profesión, están dedicadas al estudio de materias afines no me satisfacen casi en nada. Estadistas y legisladores, que están siempre de acuerdo dentro de la institución, nunca la ven clara y desnuda. Hablan de la sociedad en movimiento, pero no tienen lugar de descanso sin ella. Pueden ser hombres de cierta experiencia y discernimiento, y sin duda han inventado sistemas ingeniosos y útiles, que les agradecemos, pero todo su ingenio y utilidad reposa en límites estrechos. Olvidan que el mundo no está gobernado por los programas y la ventaja personal. Webster nunca se le enfrenta al gobierno, así que no puede hablar de él con autoridad. Sus palabras son sabiduría para aquellos legisladores que no contemplan reformas esenciales en el gobierno actual; pero para los pensadores y para aquellos que legislan para todo tiempo, Webster no acierta una. Conozco a aquellos cuya serena y sabia especulación sobre este tema pronto les hará ver la estrechez del pensamiento y el pupilaje de Webster.

Con todo, comparado con los ordinarios alcances de muchos reformadores, y la aún más ordinaria sabiduría y elocuencia de los políticos en general, las de Webster son las casi únicas palabras razonables y valiosas, y le agradecemos al Cielo por él. Comparativamente, es siempre fuerte, original y sobre todo, práctico. Sin embargo, su cualidad no es la sabiduría sino la prudencia. La verdad de los abogados no es la Verdad, sino la consistencia o una conveniencia consistente. La Verdad está siempre en armonía consigo misma y no está interesada en revelar la justicia que pueda concordar con el mal obrar. Webster merece ser llamado, como lo ha sido, el Defensor de la Constitución. No se le pueden dar otros golpes distintos a los defensivos. No es un líder sino un seguidor. Sus líderes son los hombres de 1787. “Yo nunca he hecho un esfuerzo”, dice, “y nunca propongo hacer un esfuerzo, nunca he apoyado un esfuerzo y no tengo intención de apoyarlo para interferir el acuerdo inicial por el cual los diversos estados formaron la Unión”, y respecto de la aprobación que la Constitución otorgó a la esclavitud: “Puesto que era parte del paquete inicial...déjenla ahí”. A pesar de su agudeza y capacidad, Webster es incapaz de aislar un hecho de sus meras relaciones políticas, y verlo como se le presenta al intelecto – por ejemplo, qué incumbe a un hombre hacer aquí en América hoy respecto de la esclavitud – sino que se aventura, o es llevado a dar una respuesta desesperada a lo siguiente, pretendiendo hablar de forma absoluta y como individuo particular – de lo cual qué nuevo y singular se puede sacar a favor de la obligación social? “La forma”, dice, “ como los gobiernos de los Estados donde existe la esclavitud la regulen, está a su propia consideración, bajo la responsabilidad de sus constituyentes, según las leyes generales de la propiedad, humanidad y justicia y según Dios. Las asociaciones formadas en otra parte, salidas de sentimientos humanitarios, o por cualquier otra causa, no tienen nada que ver con ello. Nunca han recibido motivación de parte mía, y nunca la tendrán.” (Estos apartes han sido insertados, puesto que la conferencia fue leída. H.D.T.)

Aquellos que no conocen una fuente más pura de verdad, que no han buscado el manantial más arriba, se apoyan, y lo hacen sabiamente, en la Biblia y en la Constitución, y beben de ellas con reverencia y humanidad; pero aquellos que observan de donde esa verdad vierte gota a gota a este lago o a aquel estanque se amarran los calzones y siguen su peregrinaje hacia el nacedero.

No ha aparecido en América el genio legislador. Son raros en la historia del mundo. Hay oradores, políticos, y hombres elocuentes por miles; pero aún no ha abierto la boca el que tiene que formular las preguntas más molestas. Nos gusta la elocuencia en sí misma y no por la verdad que contenga o por cualquier acto heroico que inspire. Nuestros legisladores no han aprendido todavía el valor comparativo del libre cambio y la libertad, la unión y la rectitud hacia la nación. No tienen genio ni talento para hacerse preguntas humildes sobre impuestos y finanzas, comercio, manufactura y agricultura. Si se nos dejara sólo a la ingeniosa oratoria de nuestros legisladores del Congreso para guiarnos, sin la corrección de la experiencia niveladora y las quejas efectivas del pueblo, América no podría mantener su rango entre las naciones. Mil ochocientos años, aunque quizás yo no tenga derecho a decirlo, lleva escrito el Nuevo Testamento; y sin embargo, dónde está el legislador que tiene la sabiduría y el talento práctico para valerse de la luz que aquel irradia sobre la ciencia de la legislación.

La autoridad del gobierno – porque yo gustosamente obedeceré a aquellos que pueden actuar mejor que yo, y en muchas cosas hasta a aquellos que ni saben ni pueden actuar tan bien – es una autoridad impura: porque para ser estrictamente justa tiene que ser aprobada por el gobernado. No puede tener derecho absoluto sobre mi persona y propiedad sino en cuanto yo se lo conceda. El paso de la monarquía absoluta a una limitada, de la monarquía limitada a la democracia, es el progreso hacia el verdadero respeto al individuo. Hasta el filósofo chino fue lo suficientemente sabio para ver en el individuo la base del imperio. ¿Es la democracia que conocemos la última mejora posible de gobierno? ¿No es posible adelantar un paso en el reconocimiento y la organización de los derechos del hombre? Jamás existirá un Estado realmente libre e iluminado hasta cuando ese Estado reconozca al individuo como un poder más alto e independiente, del cual se deriva su propio poder y autoridad y lo trate de acuerdo a ello. Me complace imaginar un Estado que finalmente pueda darse el lujo de ser justo con todos, y que trate al individuo con respecto; más aún, que no llegue a pensar que es inconsistente con su propia tranquilidad si unos cuantos viven separados de él, no mezclándose con él, sin abrazarlo, pero cumpliendo con su obligación de vecinos y compañeros. Un Estado que produjera este fruto y lo entregase tan pronto estuviese maduro abriría el camino para otro Estado, aún más perfecto y glorioso, que yo he soñado también, pero que aún no he visto por ninguna parte.


Traducido por Hernando Jiménez de la copia en inglés realizada por Sameer Parekh – zana@ddsw1.MCS.COM – 1-12-91

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