martes, 4 de diciembre de 2007

LA EXPROPIACIÓN PETROLERA

(1876 – 1938)

ANTECEDENTES HISTÓRICOS

En 1876 se perforó con éxito en México el primer pozo petrolero. Desde entonces, el curso de la industria petrolera mexicana se ha establecido por la interacción de factores geológicos, económicos y políticos. Antes de 1910 se formó una gran industria de petróleo crudo en la costa del golfo de México gracias a las condiciones favorables para la inversión y a importantes descubrimientos de depósitos petrolíferos. Tanto las compañías estadounidenses como las británicas competían para dominar el mercado de exportación de petróleo crudo y el mercado interno de productos refinados.

Durante todo este periodo, los sucesos estuvieron influidos por dos actitudes o posiciones mexicanas recíprocas, muy diferentes: una actitud antiestadounidense y el nacionalismo económico. El nacionalismo económico, una determinación para evitar la explotación por parte de empresas extranjeras, especialmente por parte de Estados Unidos y sus grandes compañías petroleras, y controlar su propio destino económico, se convirtió en una preocupación similar que ha llegado hasta la vida política moderna de México. Estas dos actitudes se afianzaron durante los primeros días de la experiencia petrolera mexicana.

EL RÉGIMEN DE DÍAZ

El temor de Díaz de que un monopolio estadounidense dominara la industria petrolera mexicana, ocasionó la entrada a México de un gran empresario de la industria petrolera, el inglés Weetman Dickinson Pearson.

En 1906, el gobierno mexicano otorgó a Pearson grandes concesiones petroleras en tierras desocupadas pertenecientes al gobierno en cinco estados. El secretario de Hacienda, Limantour, aprobó la concesión para evitar el dominio de la Standard Oil.

Finalmente, en 1910, Pearson tuvo éxito en su búsqueda de petróleo. Después de haber gastado varios millones de libras esterlinas y haber perdido su primer yacimiento debido a un incendio, descubrió el yacimiento más grande conocido hasta entonces en el mundo, POTRERO DEL LLANO No. 4, que produjo más de 100 millones de barriles de petróleo en sólo ocho años. Para desarrollar este yacimiento, Pearson formó la Mexican Eagle Company, conocida como El Águila. Después de la incorporación de esta empresa, Porfirio Díaz hijo (antes eran los hijos, ahora son los hijastros de apellido Bribiesca), se convirtió en miembro importante del consejo de directores, Pearson desde entonces no tuvo problemas financieros en México.

Desafortunadamente, el ciudadano mexicano promedio, golpeado por la pobreza y la desigualdad social, no gozó de los frutos de esta bonanza petrolera. Por esta razón, el auge petrolero fue considerado como un ejemplo de la dominación económica extranjera apoyada por Díaz y los científicos que eran considerados como los beneficiados por la riqueza petrolera (lo que no ha cambiado).

En 1910 existía un enorme desconcierto en todo el país, la época del presidente Díaz se acercaba a su fin. Las concesiones que Díaz había otorgado a los capitalistas europeos, en especial a Pearson, provocaban enojo y resentimiento entre la comunidad estadounidense en México. La Standard Oil of New Jersey, con su riqueza y sus conexiones políticas, era un importante oponente del envejecido presidente. La combinación del descontento popular y el disgusto de las empresas norteamericanas estaban destinados a aplastar el régimen de Díaz con una revolución, en donde los intereses petroleros extranjeros desempeñaron una parte importante de la intriga revolucionaria.

EL RÉGIMEN DE MADERO

La conducta de las empresas petroleras extranjeras durante el Régimen de Madero se caracterizó por un cambio de papeles entre las compañías estadounidenses y británicas y por la agresiva intervención de los asuntos internos de México del embajador de Estados Unidos, Henry Lane Wilson, artífice del asesinato de Madero. La caída de Díaz fue un duro golpe para Pearson y para los intereses petroleros de El Águila.

A pesar de su optimismo inicial de que Madero podría estabilizar las condiciones en México, el embajador Wilson y la comunidad estadounidense pronto se dieron cuenta de que él no podría evitar intentos de golpe de Estado, ni controlar el movimiento contrarrevolucionario del Gral. Orozco.

El gobierno de México debía restaurar la ley y el orden o admitir su incapacidad para hacerlo. En este último caso, Estados Unidos se vería forzado a “considerar qué medidas debía adoptar para resolver la situación a fin de defender sus intereses económicos” (ahora el pretexto que están utilizando es el supuesto combate al narcotráfico a través del Plan México o Iniciativa Mérida). El problema no era el conflicto bélico, sino el cobro de .03 dólar por barril, que era un impuesto que se aplicaba tanto a británicos como estadounidenses, el escándalo que provocó esta situación fue tan grande, que intervino el propio presidente de los Estados Unidos, quien le envió a Madero un ultimátum, en el que le recordaba “la gran obligación moral de prestar especial atención a los intereses de la Unión Americana”, y que fue hábilmente utilizado por su embajador Wilson para derrocar y asesinar a Madero y a Pino Suárez.

LA DICTADURA DE HUERTA

A pesar de la petición de Wilson, Estados Unidos nunca reconoció al gobierno del general Huerta. La opinión pública de Estados Unidos, encabezada por la prensa, condenó el asesinato de Madero.

Durante esta etapa de la Revolución Mexicana, las empresas petroleras extranjeras concentraron su atención en dos áreas: la defensa de sus propiedades contra la depredación de las fuerzas federales y constitucionalistas (es decir, rebeldes), y en intentar influir en la política de sus gobiernos para que reconocieran el régimen de Huerta, lo que se convirtió en un tema diplomático de relevancia.

Mientras tanto, en Estados Unidos, las empresas que tenían grandes inversiones en México ejercían presión sobre el Presidente Wilson para que reconociera el régimen de Huerta. Cuando se hizo obvia la utilidad de esta petición, apoyaron la intervención militar por parte de Estados Unidos para proteger sus propiedades. La situación se tornó más complicada el 3 de mayo de 1913, cuando Gran Bretaña reconoció el régimen provisional del general Huerta.

La excusa que utilizó el gobierno estadounidense para una nueva intervención fue que siete de sus soldados fueron arrestados en Tampico y puestos en libertad más tarde pidiéndoles disculpas. El almirante Henry T. Mayo exigió una excusa formal que incluyera 21 cañonazos para la bandera norteamericana, lo cual Huerta se negó a hacer. Los marines estadounidenses ocuparon Veracruz durante los siguientes siete meses, pese a la resistencia que opuso el pueblo veracruzano.

CARRANZA Y LA CONSTITUCIÓN DE 1917

En el régimen de Carranza la política estadounidense cambió, ya que las empresas petroleras lucharon contra él y contra la Constitución de 1917, la cual había vuelto a interpretar la ley Minera Mexicana, que afectaba los derechos de los concesionarios extranjeros.

El Artículo 27 de la Constitución no debería haber causado sorpresa las empresas petroleras extranjeras; su contenido se había pronosticado muchas veces en los discursos revolucionarios y en proclamaciones durante los regímenes de Madero, Huerta y Carranza. Este artículo respondió a dos exigencias de la revolución: reducir la propiedad y las empresas en México, y extender la supervisión del Estado sobre la distribución y utilización de la riqueza minera del país.

Es indudable que las poderosas empresas petroleras extranjeras influyeron en Carranza para diferir la legislación confiscatoria. Estados Unidos y Gran Bretaña lograron imponerse en todo sobre los gobiernos revolucionarios de México para defender los derechos de éstas mediante notas diplomáticas, amenazas o incluso intervenciones efectivas.

EL RÉGIMEN DE CÁRDENAS

Las compañías petroleras siempre fueron enemigas de los sindicados (y lo siguen siendo, sin importar el ramo productivo, por eso quieren reformar la Ley Federal del Trabajo). Las empresas, como todo poder colonial, asentadas en la corrupción y en el abuso generaban abusos y corrupciones que abarcaban los más altos funcionarios hasta el último obrero.

La situación se alteró radicalmente en 1935. Y en 1936, los sindicatos privados se unieron, apoyados por el gobierno del general Cárdenas, en el Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana. Una vez agrupados, exigieron un contrato colectivo y ventajas económicas y sociales.

Ante la amenaza de una huelga general, el gobierno propuso entonces que durante 120 días se celebrara una convención de obreros y patrones para solucionar el conflicto. En mayo de 1937, la convención terminó sus labores, manteniendo sus puntos de vista de las dos partes, y a fines de ese mes estalló la temida huelga general.

El paro afectó al país, y las compañías supieron aprovechar el descontento del público: insertaban en los diarios, aliados suyos, enormes desplegados en los que cubrían de reproches a los obreros (ahora son difamaciones y calumnias), porque ganaban los más altos salarios de la República y todavía solicitaban un aumento de 70 millones de pesos anuales, suma que las empresas eran incapaces de pagar.

Las compañías, presionadas, parecieron ceder ofreciendo 14 millones de pesos, suma que según dijeron estaba al límite de sus posibilidades.

Los obreros, ante la imposibilidad de continuar con una huelga impopular, rechazaron la oferta y decidieron plantear a la Junta de Conciliación y Arbitraje un conflicto de orden económico, consistente en que la “Junta designe peritos que analicen las condiciones financieras de la empresa o empresas afectadas y rindan un informe detallado”. Esta labor titánica cayó bajo la responsabilidad de Jesús Silva Herzog, que apostaron no lo podría concluir.

Al enterarse las empresas, por medio de sus espías, que el peritaje estaría concluido en el tiempo fijado, le ofrecieron 3 millones de dólares a Silva Herzog con tal que lo modificara, pero Silva Herzog, con su vehemencia habitual, después de cubrir de injurias a los intermediarios los expulsó de su oficina, desvaneciéndose así la última esperanza de los petroleros. (La historia hubiera sido diferente si se hubiese tratado de su hijo, Jesús Silva Herzog Márquez, que es un traidor).

El dictamen constó de 40 conclusiones, pero sólo mencionaré algunas que vienen muy al caso con nuestra realidad actual:

Conclusión 11ª. La exploración de nuevos campos y la perforación de nuevos pozos es un problema de magnitud nacional que precisa resolver. De lo contrario, existe el peligro de que México carezca de petróleo en un plazo relativamente corto y de que se vea obligado a importarlo.

Conclusión 16ª. La Compañía Mexicana (¿) de Petróleo El Águila con sus empresas filiales, representó en el año 1936 el 59.20% de la producción total. Esto acusa una tendencia monopolística.

Conclusión 39ª revelaba que las compañías habían necesitado invertir en México $8.64 para producir un barril de petróleo, mientras que en los Estados Unidos debían invertir $48.12, y aún así se negaban a invertir en la exploración de nuevos pozos.

En relación a los obreros, se afirmaba que los precios de los artículos primera necesidad que formaban la canasta básica, había aumentado en junio de 1937, en comparación con los promedios de 1934, un 88.96%, y que sus salarios reales eran mucho más bajos de los que ganaban los trabajadores de la industria minera y de los Ferrocarriles Nacionales de México.

La Junta concedió a las empresas 20 días para presentar sus puntos de vista sobre los peritajes y no las 72 horas fijadas por la Ley del Trabajo, si bien ya al día siguiente redoblaron su campaña de prensa y sus veladas amenazas al gobierno. Lo que les enojaba era que por primera vez los obreros de todo el país, con el apoyo de un gobierno revolucionario, se erigieran en un poder fuera de su control y que el Estado metiera en sus cuentas privadas y descubriera sus trampas, era algo que no podían perdonar.

El 2 de septiembre de 1937, los empresarios se reunieron en Palacio Nacional con el Presidente Cárdenas y con el Lic. Silva Herzog, declarando que sus empresas eran totalmente mexicanas; Silva Herzog, sin inmutarse sacó de su portafolio un periódico financiero londinense y tradujo al español un informe de la Royal Dutch Shell, donde se decía: “Nuestra subsidiaria, la Cía. Mexicana de Petróleo “El Águila”, ha tenido buenas utilidades durante el último ejercicio”, (hipócritas, tramposos, depredadores, siempre lo han sido).

Las compañías estaban dispuestas a llegar hasta el fin. Por primera vez en la historia, el monopolio internacional del petróleo se veía seriamente cuestionado por un pequeño país al que habían saqueado, explotado, depredado impunemente a partir de 1900.

El 18 de diciembre de 1937, la Junta Federal, valiéndose del peritaje pronunció el laudo, según el cual las empresas debían pagar a sus obreros los 26 millones de pesos reclamados, y como era de esperarse, las compañías recurrieron a la Suprema Corte de Justicia en demanda de amparo.

En febrero de 1938, el Presidente Cárdenas, durante un discurso ante el congreso del STPRM, dijo lo siguiente:

“La reciente actitud de las compañías petroleras en lo que se refiere al conflicto con sus trabajadores, parece indicar un esfuerzo por acabarlos, mediante repentinos retiros de depósitos y una intensa campaña de prensa, para fomentar la alarma entre los empresarios y desacreditar a la industria, haciendo uso de coerciones ilícitas, con objeto de influir en el carácter de la decisión final a favor de sus intereses comerciales y evitar que se llegue a una conclusión normal y recta del caso que está en manos de las autoridades judiciales. (Desafortunadamente, ahora tienen a todos los medios de comunicación bajo su control, salvo dignas excepciones).

Las compañías se negaron a cumplir las resoluciones de la Suprema Corte, con la esperanza de obtener un convenio menos costoso. Esto colocó al gobierno de Cárdenas en la posición de hacer cumplir la decisión de la Corte.

La noche del 18 de marzo de 1938, el Presidente Cárdenas firmó la orden de expropiación de las empresas petroleras extranjeras. Cárdenas había resumido sus sentimientos en su diario privado unos días antes:

México tiene ahora la gran oportunidad de deshacerse del yugo político y económico que las compañías petroleras habían colocado sobre nosotros mientras explotaban en su beneficio uno de nuestros recursos más importantes, y deteniendo el programa de reforma social establecido en la Constitución. Varias administraciones desde la revolución, han intentado hacer algo acerca de las concesiones del subsuelo que ostentan las empresas extranjeras, pero hasta ahora, los problemas internos y la presión internacional han mitigado este esfuerzo. Sin embargo, ahora las circunstancias son distintas, no existen luchas internas y una nueva guerra mundial está a punto de comenzar”.

LA HAZAÑA DEL REMIENDO

Entre tanto seguía la batalla material por el petróleo. A las dos semanas no había con qué pagar los salarios de los obreros y empleados, y la falta de moneda fraccionaria era tan grande en Tampico que rompían a la mitad los billetes de un peso. Por otro lado, los banqueros se negaban a prestarle al gobierno.

A medida que transcurría el tiempo, los efectos del boicot mundial se resentían duramente. Faltaban los tubos. Millares y millares de metros expuestos a la corrosión del aire marino y de los ácidos iban quedando inservibles y no había modo de sustituirlos. Se organizaron cuadrillas de trabajadores que desde la mañana salían a la pesca de viejos tubos desechados, hundidos en las marismas, o revolvían los cementerios de chatarra en busca de piezas de recambio. Los talleres trabajaban día y noche cortando, soldando, parchando.

Fue esa la hazaña del remiendo, de la improvisación, de las pequeñas y grandes sustituciones, realizadas por obreros acostumbrados a obedecer las órdenes de sus jefes, a vivir en casuchas de madera, la mayoría analfabeta, enferma y fatalista, que se escapaba de su infierno los sábados asistiendo a las tabernas y a los burdeles. La expropiación les devolvió su espíritu creador, porque cuando los seres humanos rescatan su dignidad, su espíritu se eleva a alturas insospechadas.

SEMBLANZA POLÍTICA DEL GENERAL CÁRDENAS

Desde 1913 en que se lanzó a la Revolución hasta 1970, año de su muerte, Lázaro Cárdenas no dejó un momento de servir a México. Era ante todo un hombre político. Por primera vez en nuestra historia no fue un liberal ni un populista, sino un presidente empeñado en borrar la desigualdad mexicana mediante una audaz reforma agraria y una política obrera que hizo de los trabajadores la punta de lanza de la Revolución triunfante. Se empeñó en devolverle a México sus riquezas naturales enajenadas, enfrentándose al imperialismo norteamericano y a la burguesía agraria e industrial dependiente de los mercados extranjeros.

Qué pena que su hijo Cuauhtémoc no sólo haya traicionado a México, a su Partido, sino lo más grave, a su propio padre.

COMENTARIOS:

La historia de la defensa de nuestro petróleo ha estado marcada por la traición, las amenazas, las invasiones militares, la corrupción, por eso es indispensable que sepamos, aunque sea de forma sencilla lo que significa para México el petróleo, porque un pueblo que no conoce su Historia, tiende a repetirla.

En estos momentos, el país está en manos, una vez más, de gobernantes, de líderes sindicales, de representantes políticos hipócritas, del PRI, del PAN y desgraciadamente de integrantes de la Nueva Izquierda del propio PRD, que lo único que los guía es la codicia, la ambición, pero sobre todo, el desprecio por lo que representa el orgullo nacional. PEMEX no es una empresa más, es la columna vertebral que sostiene a nuestra Nación, y no defenderla sería traicionar a los miles de obreros mexicanos, que sin importar su sacrificio, lograron la proeza de erigir esta industria, y ahora tratan de convencernos a través de los medios de comunicación que no tiene recursos para superar sus problemas, lo que es una mentira más.




Bibliografía:

Título: El Petróleo Mexicano y los Estados Unidos

Autor: Mancke, Richard B.

Editorial: Enero

Año: 1981

Título: Lázaro Cárdenas y la Revolución Mexicana. III El Cardenismo

Autor: Benítez, Fernando

Editorial: Fondo de Cultura Económica

Año: 1978

Título: Historia Gráfica de la Revolución Mexicana (Edición Conmemorativa) Libro IV

Autor: Casasola, Gustavo

Editorial: Editorial Trillas, S. A.

Año: 1962


SINTESIS REALIZADA POR: LIC. LUZ MARIA ACOSTA RODRÍGUEZ